Resumo de Capítulo 32 – Capítulo essencial de Novia del Señor Millonario por Internet
O capítulo Capítulo 32 é um dos momentos mais intensos da obra Novia del Señor Millonario, escrita por Internet. Com elementos marcantes do gênero amor después del matrimonio, esta parte da história revela conflitos profundos, revelações impactantes e mudanças decisivas nos personagens. Uma leitura imperdível para quem acompanha a trama.
Herbert me echó encima su chaqueta y me pegó contra su pecho con fuerza. Todo se volvió oscuro, mi cabeza rozaba su barbilla y no podía ver nada de lo que estaba pasando afuera. Pude oler su colonia, y a pesar de los vítores y exclamaciones del público, me sentí increíblemente segura y cálida en su abrazo. No sabía en qué momento había ocurrido, pero ya no parecía odiarlo tanto como antes. Estar entre sus brazos se sentía... agradable.
—¡Tiren el agua! —gritó el presentador y sentí como el agua caía encima de nosotros, pero yo me mantuve casi seca. Lo abracé con fuerza por la cintura y cerré los ojos, esperando que la menor cantidad de agua helada le cayera a Herbert. No quería que se enfermera.
—¡Qué buen jefe es el señor Wharton! Se preocupa bastante por sus empleados, prefiere recibir él toda el agua en vez que dejar que la señorita se moje. ¡Ah, qué afortunados son ustedes por tenerlo!
Unos segundos después, Herbert me soltó y nos separamos lentamente. La chaqueta estaba mojada, pero mi cabello y vestido estaban intactos. Herbert, sin embargo, estaba empapado. No pude evitar mirarlo con gratitud.
—Tu reporto no estuvo tan mal —dijo.
—¿Qué?
Las comisuras de los labios de Herbert se levantaron y antes de irse, escurriendo agua, me dirigió una suave sonrisa. ¿El reporte estaba bien? ¿Entonces, sí lo había recibido? Ah, qué alegría, si me acaba de felicitar significaba que no tendría que estar escribiéndolo una tercera vez. Toda la felicidad que me había inundado, se esfumó cuando vi que Emma se había acercado a Herbert con una toalla. Para mi sorpresa, él la negó y la empujó.
Connor y Allie, inmediatamente se acercaron y le dieron una toalla seca y le quitaron la chaqueta mojada. Todos se fueron a la sección VIP. Al ver que Emma había sido rechazada, no pude evitar sonreír. Ella se debió haber dado cuenta porque se acercó.
—Nunca había visto a una mujer tan desvergonzada como tú. ¡Estás embarazada y estás seduciendo a otro hombre! —me dijo condescendientemente.
—Sin embargo, tú no estás embarazada y ni siquiera puedes ganar su atención —me burlé de regreso, controlando mi ira.
—¿Cómo te atreves?
—Mira a tu alrededor, no estamos solas, ¿quieres comenzar otra pelea? —le advertí.
—Solo espera y verás —dijo Emma, echando humo y se dio la vuelta.
—Esa mujer es una loca —dijo Joey mientras la veía irse.
—No dejes que afecte tu estado de ánimo. El jugo de allí está buenísimo. Sirvámonos un poco más —le sonreí.
—¡De acuerdo!
—Puedo ver que el jefe realmente te aprecia. Hubieras visto su rostro cuando te caíste —me susurró mi amiga en el camino.
—Solo estaba preocupado por el bebé. ¿Realmente crees que se preocupa por mí? —dije pero por dentro estaba muy feliz.
—¿Qué?
—Oye, ¿y si el jefe es quién quiere dormir contigo? —me bromeó.
—Ay, Joey, deja de decir esas cosas. No me molestes —le reprendí y la empujé.
—Di lo que quieras, pero yo creo que eso es lo que va a pasar.
Me despedí de ella y nos fuimos a la zona exclusiva. Ni bien puse un pie adentro, me quedé pasmada ante lo que mis ojos veían. El camino estaba rodeado de tulipanes que se mecían con la suave brisa nocturna, a lo lejos pude vislumbrar también un árbol Yulan entre ellos. Se erigía en el cielo con elegante y noble. Más al fondo pude ver que estaban las aguas termales.
Detrás de ellas, se abrió un campo lleno de diferentes villas de todos los tamaños y colores. Allie me llevó a la más hermosa. La decoración era exquisitamente opulenta. Nunca antes me había quedado en un lugar tan increíble, los ricos definitivamente vivían muy bien. Seguí a Allie hasta el dormitorio principal. Una gran cama estaba ubicada en el centro y una hermosa araña de cristal colgaba desde el techo. La luz contrastaba hermosamente con la alfombra de color azul oscuro.
—¿Esta es tu habitación? —le pregunté con timidez. ¿Por qué no habían dos comas? ¿Quería que durmiera en la misma cama con ella?
—No, esta es la habitación del señor Wharton.
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