Novia del Señor Millonario romance Capítulo 39

Bella

Durante más de una semana, mi embarazo fue muy difícil. Vomitaba todo lo que comía y cada vez que estaba pegada al inodoro, sin tener nada más que botar, sentía que morir sería mejor que esto. Aún así, no dejé el trabajo ni pedí vacaciones. Al fin y al cabo, todavía tenía que mantener a mi madre y a mi hermana menor.

A pesar de que el bebé era de Herbert, mi familia no tenía nada que ver con él.

Hoy, durante el almuerzo, todos mis colegas salieron de la oficina para comer y yo me quedé sola, descansando en cubículo. Todos los días aprovechaba la hora del almuerzo para descansar y le pedía a Joey que me trajera algo ligero para comer. Pero la verdad era que no tenía hambre.

De pronto, justo cuando estaba a punto de quedarme dormida, escuché el sonido de unos pasos acercarse y, al levantar la vista, vi a un hombre con un traje negro entrando a la oficina.

Era Herbert, que se estaba acercando hasta donde yo estaba. "Estás teniendo un embarazo muy difícil", me dijo. "Pide unos días libres y ve a casa a descansar".

¿No lo había visto en varios días y ahora él venía hasta aquí para decirme esto? Además, cada vez que pensaba en su relación con Emma, mi corazón ardía de ira. "No me sobra el dinero como para pedir días libres", dije. "Mi familia necesita de mi salario para sobrevivir".

"¿Ah, sí?" Herbert dijo en un tono de burla, metiéndose la mano al bolsillo. "Sin embargo, escuché que ganaste miles de dólares en una apuesta. Eso debe ser suficiente para que tú y tu familia puedan sobrevivir por un tiempo".

¿Entonces él todavía no superaba la apuesta y no me dejaba en paz por eso? Y no solo eso sino que me estaba dejando de lado para pasar tiempo a solas con Emma.

No, no podía dejarlo ir tan fácilmente.

"Sí, gané una apuesta", respondí con firmeza. "Pero no robé ni estafé a nadie, ¿acaso apostar es ilegal?"

Después de decir eso, aparté la mirada y me quedé viendo la pantalla de mi computadora. No obstante, vi que Herbert dejaba una tarjeta de banco sobre mi escritorio.

"No vine hasta aquí para pelar contigo", me dijo. "Esta tarjeta tiene cien mil dólares. Creo que eso será suficiente para cubrir tus gastos y los de tu familia. Depositaré el mismo monto todos los meses". Agregó.

Me sentí muy ofendida al oír esto y me puse de pie, encarándolo. "Herbert, ¿qué quieres decir con esto?" Pregunté, indignada. "¿Crees que puedes comprar lo que se te antoje con dinero?"

"¿El contrato no estipula que yo me haré cargo de tus gastos de manutención y de los del bebé?" Herbert respondió, impaciente.

Esta frase me dejó desconcertada. Sí, era verdad que teníamos un contrato y que debíamos hacer todo lo que habíamos acordado.

Eso significaba que, aparte del bebé y del contrato, Herbert y yo no teníamos ninguna otra relación.

Incluso podíamos cancelar el certificado de matrimonio en cualquier momento.

"Sí, pero en estos momentos, nuestro bebé no tiene ningún gasto", dije, volteando la cabeza y mirando por la ventana. No quería que Herbert notara la tristeza en mis ojos. "En cuanto a mí respecta, tengo pies y manos y puedo trabajar. No necesito tu dinero. Puedes quedarte con la tarjeta".

"Pues bien", Herbert dijo después de un rato. Su tono de voz se había vuelto muy frío. "Si ese es el caso, avísame cuando necesites dinero. No incumpliré el contrato". Indicó.

Luego se guardó la tarjeta en el bolsillo y se fue.

Al verlo alejarse, miré al techo y respiré hondo varias veces, para no llorar.

Después de años de dificultades y desgracias, ya estaba acostumbrada a lidiar con cosas como estas. Siempre me enfrentaba a los problemas con la misma actitud y odiaba derramar lágrimas por cosas que estaban fuera de mi alcance. No podía mostar mi debilidad, no podía dejar que la realidad me traiga abajo.

Había querido llorar muchas veces en el pasado, sin embargo, siempre me había controlado y no había derramado ni una sola lágrima. Aun así, ¿por qué ahora todo me hacía llorar?

Estaba segura que esto se debía al embarazo. Las mujeres se volvían muy emocionales cuando estaban embarazadas, y eso era lo que me estaba pasando a mí.

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