Novia del Señor Millonario romance Capítulo 61

Resumo de Capítulo 61: Novia del Señor Millonario

Resumo de Capítulo 61 – Uma virada em Novia del Señor Millonario de Internet

Capítulo 61 mergulha o leitor em uma jornada emocional dentro do universo de Novia del Señor Millonario, escrito por Internet. Com traços marcantes da literatura amor después del matrimonio, este capítulo oferece um equilíbrio entre sentimento, tensão e revelações. Ideal para quem busca profundidade narrativa e conexões humanas reais.

Bella

Apenas salí del café, me puse a llorar.

Traté de levantar la cabeza y mirar al cielo lo mejor que pude, para que las lágrimas dejen de brotar, pero fue en vano y, al final, terminé sollozando en medio de la calle.

Pese a que Caroline aparentaba ser débil, todas las palabras que me dijo calaron hondo en mi corazón.

Estaba condenada a perder desde el principio.

Seguí caminando bajo el sol, aturdida, y pronto empecé a sudar. El dolor en mi pecho era insoportable y me recordó una cosa: me había enamorado de Herbert.

Aunque, para ser sincera, no quería admitirlo.

Sin embargo, en ese momento, el dolor que sentía era real.

Era peor que el que sentí cuando mi exnovio se fue con otra mujer al extranjero.

Aun así, el amor que sentía por Herbert estaba destinado a fracasar desde el principio. Para él, yo solo era una persona que iba a dar a luz a su hijo.

Después de que el bebé naciera, él y yo volveríamos a ser extraños.

No quería volver a casa, donde todo me recordaría a Herbert, así que caminé sin rumbo por un buen rato, sintiendo que el dolor me iba a partir en dos. De pronto, Joey me llamó.

Al escuchar la voz de mi mejor amiga, estallé en llanto una vez más.

"Oh, Bella", Joey dijo, triste y ansiosa. "¿Qué pasó? Envíame tu ubicación y estaré ahí de inmediato".

Después de unos cuantos minutos, Joey llegó hasta donde yo estaba y me llevó a un hotel.

En ese momento, realmente me sentía muy desdichada y patética, y no quería que Miranda me viera así.

Al llegar al hotel, me di cuenta de que mi piel se había quemado por el sol. Como me dolía tanto el corazón, no me había dado cuenta que todo mi cuerpo estaba adolorido.

"Estaba muy preocupada", Joey me recriminó mientras me aplicaba medicamento en las partes rojas de mi piel. "Te conozco desde hace varios años y es la primera vez que te he visto llorar de manera tan desconsolada. ¿Qué pasó? ¿El jefe te hizo daño? Dime quién te hirió e iré a darle una lección".

Ya no estaba llorando en ese momento y estaba más tranquila

Fue solo cuando salí del café que perdí el control de mis emociones, pero como siempre he sido una mujer fuerte, no podía quedarme en ese estado, triste y lamentable.

"No, Herbert no tiene la culpa", respondí. "Es solo que fui demasiado estúpida e ingenua".

"¿Por qué? ¿Qué pasó?" Joey preguntó.

Decidí contarle todo y cuando terminé, Joey estaba furiosa.

"¿Quién diablos es esa Caroline?" Exclamó. "Tú y Herbert están casados legalmente ahora. Ella es la que sobra aquí. Si se atreve a buscarte de nuevo, deberías darle un par de bofetadas, para que entre en razón".

"Ella es muy hermosa y tiene el temperamento de una persona de la alta sociedad", dije con una sonrisa amarga. "Ella y Herbert crecieron juntos. Es ella a quien él ama".

"¿Y eso qué importa?" Joey dijo indignada. " Ahora eres la Sra. Wharton".

"Solo me convertí en la Sra. Wharton para que el bebé no sea un bastardo", respondí. "¿Crees que después que dé a luz, Herbert me seguirá tratando como su esposa?"

Joey se quedó pensando sin poder responder a mi pregunta. Luego se sentó en la cama.

Sería mejor que nos divorciáramos ahora en vez de esperar hasta que dé a luz para hacerlo. Si me divorciaba en ese momento, Herbert todavía tendría que reconocer al bebé y le tendría que dar su apellido.

"Estoy cansada, iré arriba a descansar". Agregué y seguí subiendo las escaleras.

Cuando estaba por entrar en mi habitación, mis ojos se posaron en el estudio de Herbert, que estaba al lado. Dudé por un momento y luego fui hacia allí.

Al entrar, vi a mi alrededor y empecé a buscar entre sus cosas. Busqué en sus estantes de libros y en los cajones de su escritorio. Si esa mujer era tan importante para él como había dicho, sería imposible que no hubiera rastro de ella en este lugar.

Hojeé casualmente entre sus libros y, de repente, encontré una foto en un libro de poemas.

Me quedé helada. El fondo de la foto era un mar, vasto y azul, y nubes blancas, en medio había un niña abriendo los brazos. Tenía el cabello corto y se veía joven, como una adolescente. Su piel era blanca, con partes rojas, como si se hubiera quemao con el sol, y su sonrisa era deslumbrante.

Mi mano empezó a temblar y la foto se me cayó al suelo. Tuve que apoyarme en el mueble y sentarme en una silla, ya que sentía que me faltaba el aire.

En la parte posterior de la foto había una inscripción: "Foto de tu cumpleaños número veintidos. Tu amor, por siempre y para siempre, Herbert".

Entonces lo que Caroline me había dicho en el café era cierto. Ella y Herbert se habían enamorado cuando eran jóvenes y ninguno de los dos había podido olvidar al otro. Su amor nunca se había terminado. La novia, a quien Herbert no podía dejar ir, era ella.

Yo solo había sido un desliz en su vida, y ahora él solo estaba cumpliendo con su responsabilidad y le iba a dar su apellido a nuestro bebé. Nuestro matrimonio no tenía nada que ver con el amor. Esa era la única verdad.

Lentamente me puse de pie y caminé hacia la ventana, para ver el paisaje nocturno. Por el rabillo de mi ojo, solté la última lágrima y tomé una decisión.

Como el corazón de Herbert nunca me había pertenecido y nunca me pertenecería, ¿por qué mejor no renunciaba a nuestro matrimonio ahora? Si me acostumbraba a ser su esposa, divorciarnos después de que diera a luz iba a ser más duro para mí.

El único problema era que... no importaba si lo admitía o no, yo me había enamorado de Herbert.

No era fácil para mí dejarlo ir.

Sin embargo, como las cosas se habían tornado de esta manera, decidí ocultar mis verdaderos sentimientos por Herbert por el momento. Al fin y al cabo, si le confesaba que lo amaba, solo terminaría humillándome y haciéndolo sentirse incómodo.

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