Bella
—La señorita Allie dice que estará enviando al helicóptero de la familia. Deberán estar llegando en veinte minutos —dijo Miranda con alivio y yo también solté un suspiro. Bendito sea Herbert y su dinero. Mi pobreza había limitado mi imaginación.
Veinte minutos en punto, un pequeño helicóptero aterrizó en medio del patio y Allie me ayudó a subir. Miranda subió detrás de nosotras con mis cosas. El piloto recibió la luz verde y despegó otra vez. Mientras la villa se hacía cada vez más pequeña y las nubes se acumulaban a mi alrededor, no pude evitar sentir un poco de miedo. Usualmente no le tenía miedo a las alturas, pero en la condición en la que me encontraba en este momento, tenía los nervios a flor de piel.
—No se preocupe, señora. Ya nos están esperando en el hospital y la ayudaran ni bien lleguemos —trató de calmarme Allie mientras me tomaba de las manos.
—Gracias —le dije con sentimiento. No sé que hubiera pasado si no hubiera sido por ella.
—Este es mi trabajo. El señor me dijo que mandara el helicóptero si sucedía algo como esto. Se aseguró de que dejarme instrucciones claras para cualquier emergencia.
Me sentí un poco más segura sabiendo que Herbert había tomado tantas precauciones.
—¿Sabes cuándo estará de vuelta? —le pregunté. Aunque no me quisiera, de todas maneras debería estar presente en el nacimiento de su hijo.
—Esta reunión es muy importante y el señor Wharton no puede salirse de ella. Creo que en tres o cuatro día estará de regreso.
Cerré los ojos y me eché sobre el asiento. Por alguna razón, esa respuesta me había decepcionado mucho. No podía creer que no vería a su hijo hasta después de cuatro días. No podía creer que no lo tendría
—Pero, no se preocupe porque ya le envié un mensaje al señor, debe llegarle ni bien se baje del avión y se pondrá en contacto con usted inmediatamente.
—Gracias —le respondí aún con los ojos cerrados. Sentía que las contracciones se hacían cada más intensas y una película de sudor cubrió mi frente. El bebé no iba a esperar a nadie.
Media hora después llegamos al hospital y me llevaron corriendo a la sala de partos.
...
Allie y Miranda estaba afuera de la sala de partos. Habían pasado unas cuentas horas, pero Bella todavía no salía. En eso, escucharon el sonido de tacones acercándose. Una mujer de cincuenta y otra un poco más joven de treinta, se acercaban con delicadeza.
—¿Señora Wharton, señorita Ewell? —les saludó con sorpresa Miranda. Allie también se agachó, ya había conocido en otro ocasión a la madre de Herbert.
—¿Cómo está Bella? —preguntó McKenna mientras miraba la puerta de la sala.
—No sabemos los detalles todavía —respondió Allie.
—Tendremos que esperar entonces —le dijo McKenna a Caroline con el ceño fruncido. Ambas mujeres tomaron asiento. Unos minutos después, salió una doctora.
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