Resumo de Capítulo 81 – Uma virada em Novia del Señor Millonario de Internet
Capítulo 81 mergulha o leitor em uma jornada emocional dentro do universo de Novia del Señor Millonario, escrito por Internet. Com traços marcantes da literatura amor después del matrimonio, este capítulo oferece um equilíbrio entre sentimento, tensão e revelações. Ideal para quem busca profundidade narrativa e conexões humanas reais.
Bella
"La comida más cara, la mejor casa y una profesional que cuide de ti... ¿eso es lo que quieres?" Hank me preguntó.
"Así es", respondí. Quería aprovechar esta oportunidad para hacer que él se rindiera por completo. "Todo lo que quiero es vivir una vida llena de lujos. Mi esposo es el presidente de Wharton Group y estoy muy feliz de haberme casado con él".
Al oír esto, Hank me soltó el hombro. "Al final resulta que solo eres una mujer vanidosa", djio. Se veía muy triste.
"Sí. Es por eso que que ya no tienes que pensar más en mí", respondí. "Mereces encontrar a una mujer que sea mejor que yo". Le sonreí y luego di media vuelta.
No miré hacia atrás mientras caminaba, ya que no quería darle ninguna esperanza. Levanté la cabeza y seguí mi camino.
Sin embargo, me sentía un poco triste. Si no le caía bien a Hank, no podríamos ser amigos, y yo necesitaba de su amistad.
Aun así, sabía que aunque yo solo lo veía como un amigo, Hank estaba enamorado de mí.
Para no seguir lastimándolo, opté por trazar una línea clara entre nosotros.
El amor era así. La persona a la que amabas no te amaba, y nunca te fijabas en la persona que sí te amaba.
Esperaba con todo mi corazón que Hank pudiera encontrar la felicidad que se merecía con otra mujer y, de pronto, recordé que parecía que a Betty le había empezado a gustar Hank.
De hecho, Betty había podido darle mi número, pero no lo hizo. Al parecer, a ella realmente le gustaba Hank.
Sin embargo, pese a que Hank era una pesrona en la que se podía confiar, había una gran diferencia de edad entre él y Betty. Además, la persona de la que él estaba enamorado era yo.
Si no abandonaba los sentimientos que tenía por mí, Betty no sería feliz si se llegaba a enamorar de él.
Mi hermana estaría en la misma situación en la que yo estaba ahora, ya que Herbert amaba a Caroline y yo amaba a Herbert.
Estar en esa posición era demasiado doloroso.
Pasó una semana más y Herbert seguía sin aparecer en la casa.
No sabía porqué no venía a pedirme el divorcio. Tal vez estaba esperando a que me recuperara por completo.
O tal vez se había olvidado que existía.
Por la mañana, Joey me llamó para pedirme que la acompañe al centro comercial.
"Deberías salir más seguido", Joey me dijo. "Ir al centro comercial y comprar ropa y bolsos lindos. Eso te pondrá de buen humor y te sentirás mejor". Me jalaba para que camine a su lado y me habló durante todo el camino, tratando de levantarme el ánimo.
"Entonces compraré un par de bolsos hoy". Dije con una sonrisa.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que usé la tarjeta de Herbert. Una vez que dejara de ser la Señora Wharton, ya no tendría derecho a usar la tarjeta, así que tenía que aprovechar y gastar un poco de dinero mientras todavía seguíamos casados.
De pronto, se me ocurrió una idea. El número de teléfono que estaba registrado en la tarjeta era el de Herbert. Cada vez que gastaba dinero, las facturas iban directo a su teléfono.
Tal vez eso podría recordarle que tenía una esposa a la que no había visto en mucho tiempo.
Al pasar por la joyería, Joey señaló un collar con incrustaciones de diamantes que estaba en exhibición. "Este collar es muy hermoso, pero también es muy caro", me dijo. "Cuesta veinte mil dólares. Me lo compraré cuando sea rica".
Al escuchar esto, no pude evitar reírme. Miré hacia un lado, por instinto y vi dos personas que me resultaron familiares frente al mostrador de anillos de diamantes. No estaban muy lejos de nosotras.
Me quedé atónita.
Joey siguió mi mirada y también los vio. "Es tan deprimente que nos tengamos que encontrar con esos dos mientras estamos de compras". Dijo con un suspiro.
No pude controlar mis pies. De pronto, me acerqué a ellos, paso a paso. Me dolía mucho el pecho.
Una de las personas era mi esposo y la otra era su amante, Caroline.
Logré detenerme no muy lejos de ellos. Vi a la vendedora detrás del mostrador, enseñándole varias joyas con entusiasmo.
"Señor, señorita, ¿están buscando un anillo de bodas?" Les preguntó. "Esta es una marca reconocida a nivel mundial. Es un diseño de primera clase, y la calidad del diamante es la mejor que existe".
"Quiero ver este". Caroline dijo, señalando un anillo en el mostrador.
"Señorita, tiene muy bien gusto", la vendedora la elogió. "Este es el mejor anillo de nuestra tienda. La piedra principal del diamante es pura y de la más alta calidad, pero como es muy caro, lleva en el mostrador más de un año, sin que nadie lo compre".
Durante las siguientes dos semanas, no volví a casa porque tenía algo muy importante de que ocuparme.
Una mañana, mientras estaba ocupado trabajando, Caroline me contactó para pedirme que le comprara un regalo de cumpleaños, así que fuimos al centro comercial a que escogiera qué quería.
Si no hubiera sido por su salud, yo no me habría preocupado tanto por sus sentimientos ni la hubiera tratado con tanta consideración.
Por fortuna, con excepción de la última vez que fue al hospital a buscar a Bella, no hizo nada más para lasimarla.
Recordé nuestra amistad pasada y su condición física actual y por eso no pude negarme cuando me pidió que le compre un regalo de cumpleaños.
No obstante, no pensé que, de repente, se pusiera un anillo de diamantes en el dedo anular. "Herbert, ¿qué te parece?" Me preguntó.
"Dijiste que querías un regalo de cumpleaños", le recriminé sin ver el anillo en su dedo. "¿Por qué estás comprando un anillo?"
"Yo... creo que se ve bien", respondió. "Solo quería ver cómo me quedaba. No era mi intención comprar un anillo". Se lo quitó y se lo devolvió a la vendedora.
De repente, recibí un mensaje de texto.
Saqué mi teléfono y cuando abrí la notificación me di cuenta que era una factura.
Era de Bella.
¿Ella también estaba en el centro comercial? La factura era de una tienta que estaba cerca de nosotros.
De inmediato levanté la vista y miré alrededor, buscándola desesperadamente.
"Herbert, ¿qué pasa?" Caroline preguntó.
"Toma mi tarjeta", le dije, sacando mi billetera y entregándole la tarjeta a toda prisa. "Puedes usarla. La contraseña es mi cumpleaños. Escoge lo que quieras que no cueste más de veinte mil dólares".
"¿A dónde vas?" Caroline preguntó. La escuché gritar mi nombre un par de veces, pero no respondí.
Solo quería encontrar a Bella lo antes posible.
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