-¿Qué? – Chillé alarmada cerrando los ojos justo cuando sus pantalones cayeron.
-No me contendré, así que espero que hagas lo mismo. – Dijo antes de que escuchara un gruñido y tuviera que abrir mis ojos.
-Si solo querías dejarme a un lado de la carretera en un camino olvidado, no tenías que usar la violencia. – Murmuré dando un par de pasos hacia atrás mientras afianzaba el agarre sobre mi bastón.
El lobo solo siguió gruñendo preparándose para atacar.
Mi cabeza había comenzado a girar, mi tobillo a protestar y me dolía gran parte del cuerpo; si era en serio eso de que quería luchar, me temía que no estaba en mis mejores condiciones.
-¡Tú puedes Rose! – Gritó la pequeña Amanda desde dentro del auto.
Miré brevemente en su dirección con incredulidad al ver que la cachorra tenía medio cuerpo afuera de la ventana mientras me daba ánimos.
Estaba a punto de gritarle que eso era peligroso pero un lobo grisáceo se lanzó hacia mí. Solamente los reflejos entrenados con el señor Fred me hicieron reaccionar a tiempo para levantar mi bastón en forma brusca y dar un buen golpe en la nariz del lobo.
Aproveché la leve distracción y lamento de dolor del animal para correr hacia el coche y ayudar a volver a meter su cuerpo dentro del auto.
-¡Quédate ahí! – Dije con urgencia ante el leve quejido de decepción de Amanda.
No sabía por qué el lobo quería pelear conmigo, pero no permitiría que un niño (sin importar la especie) se lastimara solo porque el adulto responsable de su cuidado prefería perseguir a la humana.
Me di la vuelta justo a tiempo para esquivar un segundo ataque; pensé que el golpe en su nariz lo dejaría fuera de combate por más tiempo.
Esquivé un segundo ataque pero mi tobillo colapsó y el dolor fue tan intenso que perdí la visión por preciosos segundos en los que el lobo aprovechó para ir por mi cuello.
Con más valentía que habilidad, lancé mi propio gruñido y utilicé el peso de mi cuerpo para darle fuerza a mi siguiente golpe. Mi plan era golpear la columna del lobo para detenerlo por un corto tiempo y decirle que dejara de atacar porque estaba a dos segundos de desmayarme.
Desgraciadamente el lobo se movió y lo golpeé justo detrás de su cuello. El lobo colapsó en el acto.
-¡Mierda!- Murmuré dejando caer mi bastón e inclinándome para sentir su pecho.
Por un par de segundos me invadió el pánico antes de que su pecho subiera y bajara suavemente. Solté un suspiro de alivio ya que quizá si le hubiera dado con un poco más de fuerza, podría haberlo matado.
No necesitaba eso en mi consciencia.
-¿Tío Ed está bien? – Preguntó la pequeña desde la ventana del auto.
-Tu tío está… durmiendo en este momento. – Dije dándole lo que esperaba que fuera una sonrisa tranquilizadora. – Enseguida subiremos al auto y nos iremos.
-Bueno. – Dijo y volvió a acomodarse en su asiento.
Yo me quedé quieta un par de segundos más esperando a que no volviera a asomarse; cuando estuve segura de que había perdido el interés en lo que pasaba afuera, me incliné y abrí los párpados del lobo.
-Oye, tío Ed, ¿Estás bien?- Murmuré bajito mientras le daba suaves palmadas en la cabeza. – Uh… no sé conducir y tampoco sé a dónde vamos; ¿Puedes levantarte?
Nada, el lobo estaba muerto para el mundo.
Me levanté con mucho trabajo y me dirigí al auto.
-Disculpa Amanda, ¿De casualidad no tendrás una botella de agua?
-Tío Ed siempre guarda una en la guantera. – Dijo la chica con su atención puesta en el celular. – También tengo un poco de jugo aquí. – Dijo señalando hacia una pequeña maleta que estaba detrás del asiento del conductor.
-¿Podrías pasarme el jugo?
Obtuve la botella de agua y el jugo antes de volver con el lobo caído. Intenté volver a despertarlo pero era inútil, así que me alejé un par de pasos y luego abrí la botella de agua para verterla sobre su cara.
Afortunadamente, el lobo se despertó con eso sacudiéndose y gruñendo.
-¿Estás bien? – Pregunté suavemente.
Si algo había aprendido en los últimos meses era que cuando estaban con su “pelaje” tenía que hablarles dulcemente o sino intentarían atacarme.
Él se sacudió como un perro antes de transformarse de nuevo.
-M****a, golpeas fuerte, humana. – Dijo acariciando su cuello en un suave masaje. En cuanto me vió volver a una postura defensiva elevó las manos con las palmas hacia arriba. – Tranquila, no pensaba hacerte daño, solo quería medir qué tan buena serías para un segundo trabajo donde la paga es mejor.
Me relajé un poco y lo miré con curiosidad.
-Te escucho.
-Antes que nada, permíteme vestirme y volvamos a la carretera. – Dijo escaneando los alrededores. – Con el ataque aun reciente, no confío en que estemos a salvo aquí si nos quedamos por más tiempo por muy buena que seas con ese pedazo de madera.
Tenía razón, quizá los lobos que habían atacado el territorio de Bastian aun estaban por los alrededores y yo no quería que me involucraran en sus cosas de lobos… de nuevo.
Me dirigí directo hacia el asiento del copiloto ante el sonido de burla del “tío Ed”.
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