La cabeza y el cuerpo en general me dolía miserablemente.
Cuando mi conciencia comenzó a despertar me tensé levemente porque no recordaba en dónde estaba. La última vez que esto me había sucedido tenía trece años y alguien me había sujetado a una mesa quirúrgica de metal para…
Comencé a hiperventilar.
-¿Humana, estás despierta? ¡Traigan un poco más de la mezcla para el dolor! – Gritó una voz lejana.
Mi corazón tronaba fuertemente en mi pecho y estaba segura de que moriría en cualquier momento. Podía sentir la humedad de mis ojos corriendo por mi cara; traté de abrir mis ojos, sin embargo simplemente no recordaba cómo hacerlo. La oscuridad era aterradora.
-¡Sujétenla!
En cuanto sentí restricciones en mis manos y piernas comencé a gritar en pánico.
-¡No, por favor! Seré buena, no volveré a hacer ruido pero… por favor… ¡Con el martillo otra vez no! – Gemí miserablemente.
A mi alrededor se hizo un silencio sepulcral y eso me puso aún más nerviosa.
-Déjenla. – Dijo una voz femenina. – Nadie te hará daño, pequeña humana. Si te quedas quieta por un momento puedo quitar el vendaje de tus ojos.
¿Vendaje?
Suaves manos sujetaron mi cara y yo me tensé lista para pelear de ser necesario, pero el dueño de esas manos solo repasó suavemente un poco de la piel de mi mejilla.
Me tranquilicé poco a poco y mi memoria regresó a mí en pequeños fragmentos. La tensión abandonó mis hombros en cuanto recordé que ya no estaba presa en una sádica prisión.
-¿Te encuentras mejor?
-Si, lo siento. – Murmuré avergonzada. - ¿Dónde estoy?
-En la clínica de la manada. – Dijo tranquila. - ¿Puedo ahora retirar el vendaje?
Yo asentí con la cabeza. Cuando mis ojos estuvieron libres, me di cuenta de que la oscuridad que proporcionaba el vendaje fue lo que me hizo creer que estaba de vuelta en mi celda.
-¿Mis ojos están heridos?- Pregunté en voz baja a la chica de mediana edad que me miraba clínicamente.
Me encontraba recostada en una camilla; esta habitación se asemejaba a cualquier sala de emergencias humana. Solamente la vista de pelajes en algunas otras camillas me hizo rectificar que me encontraba rodeada de mitad animales.
A mi alrededor, un montón de otros lobos me miraban con curiosidad y no pude evitar sonrojarme un poco.
-No lo están, recibiste un gran impacto y tuve que suturar una herida particularmente fea detrás de tu cabeza. Lamento que las vendas te causaran cierta… confusión. – Dijo examinando el resto de mi cuerpo. – Sufrirás dolores de cabeza al menos por un tiempo hasta que sanes por completo.
Yo seguí la dirección de su mirada y pude ve algunos otros vendajes repartidos por mis brazos y piernas. Hasta aquí mis planes de no endeudarme más con estos lobos.
-Uh… muchas gracias por curarme señorita…
-Nadia. – Dijo tomando una suave sábana y colocándola encima de mis piernas.
-Señorita Nadia, pero me temo que no puedo pagarle por sus servicios ahora mismo. – Dije frunciendo el ceño.
-No te preocupes por eso. – Dijo con mirada seria. – De hecho tú…
-¡¿Dónde demonios está?!
Todos en la habitación saltamos un poco ante el sonido de Bastian Crow gritando y golpeando cosas en los pasillos a su paso. La puerta se abrió abruptamente y fijó su mirada en mí.
-¡Tú! – Gruñó ferozmente acercándose con enormes pasos hacia mí. - Creí que había sido claro contigo, ¡¿Por qué m****a sigues en mi territorio?!
Yo parpadeé cuando su cara estuvo a centímetros de la mía. Me gritó un par de cosas más que no escuché porque estaba muy ocupada respirando su delicioso aroma. Me avergüenza admitir que mi cuerpo disfrutaba un poquito demasiado de su cercanía pero… ¡Por Dios! Era sexy también enojado. Si solo no fuera tan idiota abusivo…
Bastian detuvo sus gruñidos e inhaló profundamente antes de alejarse bruscamente de mí.
-¿En serio? ¡Me das asco, humana! – Dijo con disgusto antes de dar la vuelta y comenzar a salir de la habitación. – Te quiero fuera de mi territorio en media hora o sino cualquier lobo del lugar puede matarte.
Me tragué mi indignación por su comentario hacia mi olor. ¿Qué esperaba? No me había dado un baño en… quién sabe cuánto tiempo. Sabía que no debía de interferir en sus asuntos peludos, bien pude haber tomado un baño en vez de sacar a un montón de lobos atrapados de su bunker secreto.
El silencio siguió a su partida y su declaración.
Yo gemí derrotada porque, comentarios sobre mi higiene aparte, no había manera en el infierno de que pudiera salir de aquí en ese tiempo ni siquiera arrastrándome. Así de mucho me dolía todo.
-Disculpe señorita Nadia, ¿De casualidad no llegué aquí con mi bastón? – Pregunté esperanzada comenzando a incorporarme.
-Uh… si, debajo de la camilla pusimos tu bastón. – Dijo la loba incómoda.
-Gracias. También agradezco los cuidados, debo irme ahora pero, ¿Podría pagar por sus servicios después?
Bajé con cuidado de la camilla y gemí miserablemente cuando mi tobillo protestó con ferocidad.
-¿Puedo acompañarte a fuera? – Dijo Nadia y yo levanté mi cabeza sorprendida cuando ella se agachó para recoger mi bastón. Me lo entregó sin otra palabra.
-Si, por favor. No conozco el camino a la salida. – Murmuré.
Caminamos lento y en silencio por los pasillos hasta la salida. Estaba agradecida de que no me apresurara a caminar y que se mantuviera a mi lado para atraparme cada que mis piernas fallaban.
-Gracias de nuevo. – Dije cuando llegamos a la salida. – No tenías que…
-Escucha atentamente humana. – Dijo después de mirar por los alrededores y cerciorarse de que no hubiera nadie cerca. – Mi lealtad siempre será primero con mi Alfa, ¿Entiendes?
Yo asentí confundida.
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