-¿Tendré que mudarme? – Dijo Amanda con tristeza cuando llegamos a casa de Edson y le dimos la noticia de sus padres.
-No irás lejos, pequeña. – Dijo Edson alborotando su cabello. – Conseguí una linda casita al otro lado de la calle.
-Me gusta estar aquí. – Dijo con un puchero.
-También te gustará tu nueva casa, ya he pintado tu cuarto de rosa y tengo una sorpresa para ti en la habitación de alado. – Dijo meneando las cejas.
– ¿Sorpresa? – Dijo esperanzada.
-Si, así que ve a empacar tus cosas, tus padres llegaran en un par de horas.
Chase observó el intercambio con los hombros caídos. Ah, pequeño y tierno cachorro.
-¿Por qué no le ayudas, Chase? – Dije suavemente. – Estoy segura de que necesitará un par de fuertes manos para mover cosas.
-Oh… si, puedo hacer eso.
Vimos a Chase marchar un poco más animado por el pasillo.
-¿Existe la depresión lobuna? – Pregunté con curiosidad mientras me dirigía a la cocina y me colocaba mi mandil lleno de brillos cortesía de Amanda.
Alguien debía cocinar la cena y no me iba a arriesgar a ser envenenada. Acababa de recuperar la voz, no quería volver a ir a la clínica en un futuro cercano. Mis manos también estaban mucho mejor.
-Si, y nos da mucho más fuerte que a ustedes los insensibles humanos. – Dijo recargándose en la nevera mientras me veía sacar las cosas necesarias para algunos sándwiches.
-No soy insensible. – Dije con un puchero. – Tampoco soy un trozo de carne, deja de mirar mi trasero, pervertido.
-No estoy viendo tu trasero. – Dijo con una sonrisa coqueta que le valió un golpe en el brazo cuando pasé junto a él. – Lo que sea, ¿Vemos una película más tarde?
-Bien, pero no veremos de nuevo algo que solo sea tipos conduciendo mientras un montón de cosas explotan a su alrededor. Tampoco chicas en trajes de baño o tipos golpeándose solo por que si.
-Cada día contigo me recuerda por qué ser soltero es vivir feliz. – Dijo gruñonamente.
-Cada día conmigo te recuerda que la vida es más que solo golpear tu pecho y presumir tu sedoso pelaje. – Dije divertida ahuyentándolo de la nevera para poder tomar algo de pavo.
-¿Qué puedo decir? Amanda tiene un buen gusto en productos para el cabello.- Dijo pasando su mano por su cabeza.
-Era mío, idiota. Lo que me recuerda que me debes un bote nuevo de shampoo.
-Nunca pierdes oportunidad para exprimir mi dinero. Bien, recuérdame el próximo día de compras y ya que estamos ahí, ¿No quisieras que compremos otra cosa que no sea ropa interior de abuela?
No sé por qué no vio venir el golpe a su entrepierna después de su comentario.
Los padres de Amanda llegaron un par de horas después, justo como había dicho Edson.
-Hola hermanita. – Dijo el bastardo abrazando a la loba de la entrada. – Hola cuñado, pasen.
Yo llevé un par de sándwiches a la sala y se los ofrecí. La loba levantó sus cejas hasta el cielo y miró interrogativamente a su hermano.
-¿Qué? Cocina, limpia y huele bien. – Dijo encogiéndose de hombros.
-De acuerdo. – Dijo la loba rodando los ojos antes de dirigir su atención hacia mí de nuevo. – No preguntaré detalles, solo dime que no te estás acostando con él.
Mi mueca de asco lo dijo todo.
-Bien. – Dijo antes de volver a darme una repasada. – Me alegra ver que estas bien.
Su pareja me dio una inclinación de cabeza y con esa breve presentación Edson los guió a su nuevo hogar. Yo me quedé aquí porque sentí una vibra de que no era bienvenida, pero quizá solo fueron impresiones mías.
Edson regresó con Chase unos veinte minutos después.
-A la cama, cachorro. Mañana puedes ir a casa de Amanda a jugar.
-¡Genial! – Dijo el cachorro antes de darme un abrazo y correr a la habitación de invitados.
Hubo un breve silencio incómodo así que solo me encogí de hombros y me senté en el sillón.
-¿Qué fue eso? – Pregunté curiosa.
-Uh… bueno, supongo que es difícil quitar viejas costumbres. - Dijo tocándose el cuello y luciendo incómodo. Al principio no lo entendí pero después de unos segundos llegó la iluminación a mí: Los padresde Amanda odiaban a los humanos.
-Pero… ¿Tu hermana y tú no crecieron en esta manada juntos?
-Lo hicimos. Es por eso que en cuanto llegó a la edad de la adultez se fue de aquí. – Dijo sentándose a mi lado. – Salvaste a su hija y te está agradecida, pero eso no implica que automáticamente le agraden los humanos.
-Supongo que no le habías contado entonces que vivía con su hija, la alimento, la llevo a la escuela…
-Le das clases, juegas con ella, la llevas de compras y haces la tarea con ella. No, Rose. – Dijo mirándome a los ojos por fin y luego soltando un suspiro. – Tu cara me dice que lo entiendes.
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