Llegamos sin mayores contratiempos con el lobo mayor y le expliqué rápidamente que teníamos que escondernos cuando abrió molesto la puerta.
-¿Y por qué m****a no fueron al Lugar seguro en vez de aquí? – Dijo con un gruñido molesto mientras abría su perta de par en par y nos dejaba entrar.
Yo colapsé en el piso junto a la puerta cuando mi tobillo dejó de funcionar.
-La Casa de la Manada está bajo ataque. – Dije con la respiración entrecortada. – Además, no tengo idea de dónde se encuentra el Lugar seguro.
-No funcionaría, el camino al lugar seguro estaba bloqueado. – Dijo Chase transformándose y apresurándose para ayudarme a levantarme.
-¿Qué sabes de la situación?- Preguntó el señor Fred en mi dirección.
-¿Por qué todos piensan que yo sé una m****a? – Dije malhumorada apoyándome en la pared y en Chase para levantarme. – Yo solo sé que hay lobos aún más hostiles corriendo libremente por el lugar.
El señor Fred soltó un bufido y luego me tomó en sus brazos para depositarme con cuidado sobre el único sofá del lugar.
-Gracias. – Dije con un suspiro de alivio cuando levanté la pierna y descansé el tobillo.
-Hubo una falla de seguridad del lado Norte. – Dijo Chase serio.
-Los Skilltown están dando problemas entonces. – Murmuró pensativo el señor Fred.
Chase me dio una mirada de “te lo dije”. Yo solo puse los ojos en blanco.
-Sea lo que sea, deberíamos de entrar todos en tu bonito cuarto seguro. – Dije esperanzada en dirección al lobo mayor.
-No, creo que es el momento perfecto para que practiques lo que hemos estado hablando por días. – Dijo cruzándose de brazos.
Lo miré incrédula.
-No lo dirás en serio.
-¿Me escuchas reír, humana? – Preguntó y luego se dirigió hacia Chase. – Tú, pequeño, debes de esconderte.
Chase me miró indeciso cuando el señor Fred abrió una pequeña rampa cerca de su cama y le indicó que se metiera.
-Ve, Chase. Estoy segura de que estaré bien. – Dije con una pequeña sonrisa de ánimo.
Una vez que el cachorro estuvo a salvo, miré ceñuda al lobo.
-Escucha, por si no lo has notado, no creo que sea buen momento para que…
-Calla, humana. – Dijo con un gruñido tan feroz que cerré mi boca de inmediato. – Bien, ahora, ya he pensado en tu pequeño problema con tu pierna.
Se dirigió a un costado de su pequeña chimenea y tomó lo que parecía un bastón largo de madera.
-Toma, es para ti. – Dijo lanzándolo en mi dirección.
-Uh…
Lo atrapé con ambas manos y lo observé de cerca; no se sentía pesado, había sido lijado a profundidad y se adaptaba perfectamente a mi mano pequeña.
-No ganarás una pelea contra un lobo con el triple de fuerza que tú sin al menos un truco. – Dijo dirigiéndose a la puerta. – Es un regalo, puedes usar el bastón como apoyo para tu pierna y como arma en caso de necesidad.
-Yo…
Estaba realmente conmovida por su consideración. No se lo había dicho y desconocía si Chase le había hablado sobre mi tobillo, así que su pequeño gesto tocaba algunas fibras sensibles.
-Apresúrate. Debemos ir a cazar uno o dos lobos para que practiques. – Dijo saliendo de la cabaña.
-Yo no sé usar un arma. – Dije siguiéndolo utilizando mi nuevo bastón como apoyo.
-¿Y por qué crees que te he pedido hacer ejercicios extraños mientras utilizas la escoba al limpiar? – Dijo sin volverse. – Puedes manejar un par de movimientos.
Miré incrédula hacia su espalda antes de que otro pensamiento se me ocurriera.
-¿Qué pasa con el pequeño? ¿Podemos dejarlo solo? – Murmuré en caso de que hubiera alguien por los alrededores.
-Si.
No me dio más explicaciones y yo no las pedí; confiaba en el lobo por alguna razón.
Lo seguí temerosa de encontrarme realmente con alguien.
-Nunca he preguntado qué haces en la manada porque ese no es mi asunto. – Dijo un par de pasos después sin detener la marcha. – Pero quiero que sepas que si estás viviendo aquí es porque el Alfa así lo ha permitido, por lo que estás sumamente agradecida y en cuanto me viste ser atacado por un par de lobos, no dudaste en ayudarme.
-¿Qué? - Pregunté confundida.
No me respondió, sino que se transformó en lobo y echó a correr hacia adelante.
El señor Fred era un lobo grande y grisáceo; suponía que su problema de visión no era ningún obstáculo para lo que sea que este tramando.
Me encogí de hombros y me apresuré a seguirlo en línea recta.
Muy pronto nos detuvimos en la línea de los árboles cercanos al único parque que yo reconocía; era el mismo por el que pasaba cada mañana para ir a limpiar la Casa de la manada.
-¿Por qué estamos aquí? – Murmuré lo más bajo posible.
El ruido de una pelea llamó mi atención y salté por lo menos un par de centímetros al aire cuando la voz del Señor Fred sonó repentinamente cerca.
-¿Recuerdas tus primeros días limpiando mi casa?
-Uh… ¿Si? – Dije con un estremecimiento.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Papá compró una humana!