¡Papá compró una humana! romance Capítulo 8

Algo estaba perturbando mi sueño y mi consciencia semi despierta no podía ubicar qué era lo que estaba mal.

Me estiré en la cama y me espabilé un poco mirando a mi alrededor; todo estaba bien. Entonces qué…

El sonido de una fuerte explosión a lo lejos seguido de cosas rompiéndose en el piso de arriba me tuvo alerta, fuera de la cama y tomando mi bastón en milésimas de segundos. Subí lo más rápidamente que mi pierna me permitió en silencio por las escaleras y me detuve en la rampilla para poder escuchar algo más.

-Dudo que quede algo de valor en esta cabaña. – Dijo la voz de un hombre con un gruñido animal.

-Te dije que venir aquí era una pérdida de tiempo, mejor vayamos con los otros a saquear las casas más vistosas; tenemos tiempo antes de que el Alfa se dé cuenta y regrese a su territorio…

Siguieron diciendo algunas cosas más pero me fue imposible escucharlos porque se alejaron de mi rango de audición. Esperé al menos cinco minutos más antes de abrir la rampilla y salir de mi escondite.

La cabaña del señor Fred había sido destrozada, los muebles arrojados de cualquier manera y la vajilla actualmente decoraba el piso en muchos pedacitos. M****a, habría un lobo muy enojado… o varios si lo que decía ese lobo era cierto.

La luz del sol que entraba por los vidrios rotos del salón me indicaba que era muy temprano por la mañana; así que estaba segura de que Bastian, su ejército de betas y otros guardias ya habrían partido a donde sea que iba a viajar el chucho.

Y si estaban saqueando otras casas, eso quería decir que los guardias que había dejado atrás para proteger a la manada estaban fuera de combate… o peor. Por supuesto, habían escogido un muy buen momento para el ataque: Sin Alfa, sin Betas, después de un frenesí de “apareamiento” en donde los lobos dormían al menos un día entero para reponerse… carajo.

Bueno, no era mi problema ya que mi fecha para quedarme aquí acababa de expirar.

Al menos, eso fue lo que me repetí todo el camino en el que me moví por el bosque tratando de no hacer ruido. El señor Fred dijo que estaría en el Lugar Seguro, así que solo echaría un vistazo y luego yo…

-¡Déjame ir! – Gruñó una pequeña niña a mi izquierda y automáticamente me puse en guardia acercándome lo más que pude sin ser detectada.

-Calla, cachorra. – Dijo otra voz de hombre adulto. - Me pagarán muy bien por ti, así que deja de patear y consideraré no usarte mientras te llevo con unos amigos…

Me asomé levemente por encima de unos arbustos y vi que un tipo acababa de amordazar a una niña de unos siete años; ella era una cosita muy fiera y soltaba patadas y golpes al tipo a la menor oportunidad.

-¡Suficiente! Será por las malas entonces.

No me gustó ni un pelo lo que dijo así que después de comprobar que no había nadie más cerca de nuestra posición, me escabullí hasta quedar a su espalda. Controlé mi respiración y en cuanto encontré un hueco que me permitiría atacar por sorpresa, lo hice.

Lo primero que hice fue colocar mi bastón por detrás de mi cabeza poniendo mis manos en el centro para darle fuerza a mi golpe. El señor Fred decía que si contaba con el elemento sorpresa, siempre debía de atacar primero las coyunturas de las rodillas de mi oponente.

Después de que el lobo sintió el golpe, se inclinó hacia ese lado y yo aproveché para cambiar mi trayectoria hacia su otro costado y hacer que perdiera el equilibrio. Cuando estuvo en el piso solo fue cuestión de darle un fuerte golpe en las bolas, seguido de un golpe en la sien.

Tipo fuera de combate.

-¿Estás bien? – Pregunté sin moverme de mi posición a la pequeña.

-Yo si. – Dijo frunciendo el ceño mientras se quitaba la suciedad de su ropa. – La manada…

Ambos miramos hacia donde una gran columna de humo sobresalía por encima de los árboles del bosque.

-¿Tienes un sitio seguro a donde ir? – Pregunté en voz baja.

Ella me miró por unos segundos antes de negar con la cabeza. M****a.

-Bueno, puedes venir conmigo hasta que encontremos un buen sitio para que te escondas.

-¿Eres tú la humana que limpia la Casa de la manada? – Preguntó cuando le extendí la mano y ella la tomó con confianza. Salvarle la vida a alguien hace eso.

-Limpiaba, ahora soy oficialmente una humana desempleada. ¿Sabes dónde están tus padres? – Pregunté escaneando nuestros alrededores.

-Papá es uno de los guardias, no sé dónde puede estar. Mamá debe de estar en la clínica. – Dijo señalando una dirección.

-Bien, te llevaré ahí. Guardemos silencio, no quiero alertar a otros tipos de que estamos aquí.

En nuestro camino tuve que encargarme de otros tres lobos y, por alguna extraña razón, el número de cachorros a mi cuidado comenzó a crecer. ¿Dónde m****a estaban los adultos?

Mi grupo eran cinco niños desde los dos años hasta los siete; estaba bastante indignada de que los hayan dejado sin protección mientras los adultos se divertían toda la noche, pero eso era un tema para después.

Ni siquiera me tomé la molestia de preguntarle al resto dónde estaban sus padres, simplemente los tomé de la mano y me siguieron sin protestar.

-Detrás de mí pequeños. – Murmuré cuando llegamos a la línea de los árboles en donde comenzaban los caminos y las casas.

Me asomé desde mi escondite; el lugar parecía tranquilo. Muy tranquilo.

-No se muevan, iré a echar un vistazo.

Salí de mi escondite y caminé en línea recta buscando a cualquier adulto a la redonda. Pasé unas cuantas casas con las puertas derrumbadas, pero no había señales de vida y eso me inquietó un poco.

Al pasar el parque vi que la alegre hoguera que ardía era la Casa de la manada. ¿Estaba mal que estuviera enojada porque acababa de aspirar? Si, no era el momento.

Llegué hasta la esquina del pequeño edificio al que llamaban clínica pero no llegué a entrar porque tuve que esconderme a toda prisa; Un grupo de hombres se encontraba subiendo a algunas personas dentro de un camión. Otro camión ya esperaba estacionado al lado del primero.

-Llama a todos, nos vamos de aquí en treinta. – Dijo un lobo bajando de uno de los camiones hacia otro que estaba supervisando que subieran a todos.

Reconocí vagamente algunas caras de los prisioneros y no pude evitar un pequeño escalofrío al recordar mi secuestro y posterior tortura de hace pocos años.

-Aun no hemos terminado de revisar todas las casas. Tampoco hemos encontrado en dónde m****a tienen su Lugar Seguro; está claro que deben de haber más lobos ahí. – Gruñó el otro.

-No importa, ya no hay tiempo. Salgamos con la mercancía que tenemos ahora, ya tendremos otra oportunidad. – Dijo volviendo a subir al camión.

Capítulo 8. Explota la Casa de la Manada. 1

Capítulo 8. Explota la Casa de la Manada. 2

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