Lizbeth
Trato de centrar mi atención en los niños sentados a mi lado para no sentirme fuera de lugar o mejor dicho incómoda. La mujer frente a mí me mira, no puedo creer que esa mujer que no me conoce de nada tan descortés como para decirme que iba tras el dinero de su hijo.
Corto un poco del bistec en mi plato ignorando el hecho de que a pesar de que estoy haciendo esto por los niños, también he ido tras el dinero de Jeremías. Lucia trata de tomar su vaso de agua y me apresuro a ayudarla.
La mirada constante que viene desde el otro lado de la mesa me hace carraspear. Termino de ayudar a la niña para que continúe comiendo antes de acariciar cariñosamente la cabeza de Lucas. Cuando la mujer del otro lado de la mesa carraspea alzo mis ojos en su dirección.
—¿Y dígame, señorita? — la forma en que dice esas palabras no me agrada — a qué te dedicas exactamente…
—Estoy terminando mis prácticas para ser psicóloga, especialista en trastornos infantiles — tomo mi copa de vino incómoda — ¿No le parece bien?
—No, no me parece bien — gruñe — ¿Por qué metes a una mujer sin un trabajo fijo en la vida de mis nietos?
—Madre, ella tiene un trabajo fijo — comenta Jeremías — trabajará en nuestro hospital después de terminar sus prácticas, así que por favor deja de decir esas cosas.
—Bien—la mujer vuelve a mirarme — ¿Qué edad tienes? — me cuestiona — ¿Piensas tener un hijo para amarrar a Jeremías o tienes otro plan?
—¡Madre! — mi esposo trata de mantener la voz calmada, pero su mirada demuestra que no lo está — deja de cuestionarla, no vez que trata maravillosamente a mis hijos, eso es lo importante.
—Jeremías tiene razón Lau — el tío de mi esposo intercede — no sabemos nada de esta chica que parece encantadora, no debes juzgarla así.
Mi suegra me mira un momento, más sus ojos pasan de mi rostro hasta sus nietos y toma su propia copa de vino para beber. Vuelvo a concentrarme en mi plato cuando ella no dice nada más. El ambiente incómodo sigue moviéndose alrededor de la mesa por el resto de la noche. Después de servir el café para los adultos y un ligero postre para los niños, mi marido se marcha a la oficina con su tío.
Me quedo a solas con mi nueva suegra en la sala de estar, paso una mano por mi rostro mientras me ocupo de jugar con los chicos para entretenerlos. Mi suegra carraspea sentándose en el sofá junto a mí. Se cruza de brazos con suficiencia antes de hablarme una vez más con firmeza.
—¿De verdad estás cuidando bien a mis nietos? — achica sus ojos en mi dirección — no sé si lo sabes, pero ellos sufrieron unos momentos muy oscuros hace un tiempo y no quiero que una relación sin futuro o con un oscuro objetivo en medio.
—Señora, no estoy haciendo esto con ningún motivo más allá que el de ayudar a los niños — soy sincera en esta parte — me encariñe con Lucas antes de realmente conocer a Jeremías.
—No puedo creer eso, pero voy a hacer lo que dijo mi cuñado y esperaré a ver como van las cosas muchacha, pero créeme, si haces algo que perjudique a mis nietos, no vas a ser capaz de levantar cabeza en tu vida, ¿Entendido?
Hago mis manos, un puño, me digo a mí misma que definitivamente tengo una mala suerte con mis suegras o simplemente debo aceptar que todas estas mujeres se creen las reinas del mundo. Me pongo en pie tratando de sonreírle cuando lo único que quiero es mandarla al demonio por su actitud.
—Le prometo que lo último que quiero es hacer más difícil las cosas para sus nietos, así que por favor si me disculpa voy a ocuparme de ellos porque me necesitan — tomo a Lucía en brazos antes de hacerle un gesto a Lucas para que me dé su mano — tenga buen anoche.
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