Beatriz
Me siento conmocionada por lo caro que cuesta todo lo que ahora está depositado en la parte trasera de mi auto. Cierro mis ojos durante un minuto, desvío la mirada hacia la bolsa de color sosa que dejé sobre el asiento del copiloto y realmente tengo ganas de llorar ahora.
Son dos diminutos pares de zapatitos a juego, lo primero que le he comprado a mis hijos y me hace sentir tan abrumada y feliz que no puedo controlarme.
Alzo la mirada hasta una tienda a unos dos metros de donde tengo el auto estacionado, bajo de este una vez más y camino con prisas hasta la puerta de la misma. Paso una mano por mi rostro antes de entrar en dicha tienda.
A diferencia de las otras, en este lugar no hay una tendera que trate de venderme todo, sino que puedo mirar alrededor con tranquilidad. Es algún tipo de basar con todo tipo de cosas, me muevo por las estanterías observando todo y me detengo en el expositor de relojes y corbatas casi al final de la tienda.
Me doy cuenta de que los relojes son clásicos, usados en su mayoría, pero sin duda alguna lucen como un regalo muy especial. Las corbatas, por su parte, lucen también bastante exclusivas, cosa que el precio justifica para mi parecer. Muevo mis ojos hasta la estantería incrustada en la pared.
Me muevo hasta ella rápidamente tomando el objeto que ha llamado mi atención más que el resto y tomo el reloj de bolsillo colgando de esta. Lo tomo en mis manos para pasar mis dedos por la diminuta frase en escrita en la parte frontal de la tapa. Comprendiendo completamente el significado
“Semper et in aeternum”
Sonrío ante el significado de esa frase en latín, me doy la vuelta para ir en busca de alguien para pagarlo y prácticamente se detiene mi corazón cuando el señor de unos ochenta años aparece tras de mí.
—Oh, qué buen gusto muchacha — me dice con una sonrisa — ese reloj es muy especial, de los mejores que tengo aquí.
—Oh, mmm, supongo que será caro entonces — el desánimo me llena — ¿Cuánto cuesta?
—Son ochocientos dólares.
Abro mi boca ante sus palabras, muerdo la cara interna de mi mejilla pensando si debería o no comprarlo, pero me digo que este hombre ha sido un ángel para mí, así que puedo agradecerle con algo como esto y sería poco.
—Lo llevaré — respondo — ¿Puede ponerlo en una caja, por favor?
—Por supuesto querida.
El tendero sonríe, lo sigo hasta el mostrador junto a la puerta y lo veo buscar algunas cosas en la parte baja de su mostrador. Entrego la tarjeta que me dio Lucas prometiéndome pagarle, apenas tenga dinero. El hombre cobra antes de colocar el reloj de bolsillo en una mullida caja que prácticamente parece su empaque original.
El hombre coloca la caja frente a mí, pero antes de que pueda tomarla coloca una pulsera sobre la caja.
—¿Qué es esto?
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