⤝AXEL⤞
Hago un esfuerzo sobrehumano para no correr detrás de Mila y suplicarle que acepte mi plan. Sé muy bien que mi petición la ha tomado por sorpresa y que necesita tiempo para procesarlo, pero no es ninguna mentira cuando digo que es ella la única mujer en quien puedo confiar ciegamente, sé que jamás va a fallarme. Me lo ha demostrado durante los siete años que llevamos juntos. Y aunque suene egoísta, es la mujer perfecta para engañar a mi abuelo.
Mila ha sido mi ancla y mi puerto seguro durante tanto tiempo que sin ella estaría perdido.
Mis ojos no han dejado de ver la puerta por donde se ha marchado. Doy un paso y me acerco al minibar, tomo la botella y me sirvo un vaso casi lleno. Es un whisky de colección y mi favorito.
Vuelvo sobre mis pasos y me siento en el sillón, bebo un sorbo. El líquido me quema la garganta, pero lo ignoro. Los pensamientos se arremolinan en mi cabeza y cada segundo que pasa se arraiga en mí el deseo de que Mila se convierta en mi esposa. Si ella acepta, todo será perfecto.
Con ella a mi lado, no tengo que dar explicaciones de nada, mantendré mi libertad y mi fortuna. Además, casarme con Mila no es ningún maldito sacrificio. Solo un ciego no se daría cuenta de la mujer que es.
Una diosa de cabellos negros y unos hermosos ojos verdes. No, no estoy enamorado de ella; pero sin duda, la amo porque es mi mejor amiga. La única mujer que conoce todo de mí.
La única mujer por la que llegaría al altar, sabiendo que mi mentira estará bien guardada.
Quizá estoy siendo egoísta al pedirle tanto y no tener en cuenta sus sentimientos. Pero nuestro trato, no tiene que ser para siempre. Los divorcios existen y los dos podríamos recuperar nuestra libertad en algún momento de la vida.
Bebo otro sorbo de mi vaso y lo dejo sobre la mesa de centro. Me levanto con intención de abandonar la habitación, pero antes de dar un solo paso, la puerta se abre abruptamente. Por un momento, deseo que se trate de Mila, pero no es así. Es mi hermano menor.
—¿Se puede saber lo que has hecho esta vez? —pregunta con tono furioso. Es evidente que el pequeño renacuajo se ha olvidado de quien es el mayor.
—Modera tu tono cuando te dirijas a mí —pido. Nos enfrentamos en un duelo de miradas, siendo él quien termina cediendo. Se mueve por la habitación con evidente frustración.
Meto las manos en los bolsillos de mi pantalón para evitar apretarle el cuello.
—Estás mareándome —digo.
Knox se detiene y me mira con molestia.
—El abuelo ha organizado una cena para buscarnos una novia. ¡Todo esto es gracias a tus malditos escándalos! ¡¿Tan difícil es evitar a los medios?! —medio grita, medio pregunta.
—Lo que haga con mi vida no es tu jodido asunto, Knox. Ni tuyo, ni del abuelo. Soy libre de hacer con mi vida lo que me dé la puta gana. ¿Tan difícil es que lo entiendan? —cuestiono con tono severo y molesto.
Knox es el menos indicado para venir y hacerme cualquier tipo de reclamos, luego de su última metida de pata.
—Te equivocas, Axel. El abuelo está decidido a casarte con la primera mujer que lo acepte, ¿sabes lo que hará si no obedeces? —cuestiona afligido. Es evidente que su preocupación no soy yo, sino lo que sucederá con él si pierdo el control de las empresas.
—Cederá la dirección de la compañía a Zane —respondo sin problema y el rostro le cambia de color.
—¡Y lo dices tan malditamente tranquilo! —exclama—. Nuestro padre hizo todo lo que el abuelo le pidió, se casó y le dio nietos.
—¡Nuestros padres nunca fueron felices, Knox!
—Pero gracias a eso, hoy tienes la dirección de esta empresa y el control de toda la fortuna Ridley. ¿De verdad vas a entregar todos tus años de trabajo y sacrificio al idiota de Zane?
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