Rúan Cheng no dijo nada luego de que la mirara con desprecio. El tiempo pasaba lentamente.
-La atmósfera aquí es muy incómoda -dijo el niño.
La niña asintió. Rúan Cheng se quedó pensativa.
«Señorita, puede llamar a mi padre y decirle que no quiere cuidar de nosotros —dijo el niño. Era un pequeño muy agresivo.
Rúan Cheng sintió la necesidad de explicarse:
—¿Quién dijo que no quiero cuidarlos? —Nadie se atrevería a decir que no estaba dispuesto a cuidar de los hijos del jefe. Eso le traería problemas.
—Bueno, esa no es la actitud de alguien que quiere cuidar de nosotros. —Era obvio que el niño no se sentía bien en aquel lugar. «Esta chica parece mucho más tonta que las demás».
Rúan Cheng, se quedó pensativa una vez más. Debería haber comprobado su horóscopo antes de salir de casa.
-Ven aquí hermano. -La niña notó que Rúan Cheng se sentía incómoda con la situación y, muy enojada, arrastró a su hermano.
Rúan Cheng exhaló profundo y fue a ver a los dos chicos al baño.
En el baño.
-Hermano, ¿por qué trataste así a la señorita bonita?
—Está cuidando de nosotros no porque quiera hacerlo, sino porque tiene dobles intenciones. Estas chicas bonitas solo nos atienden porque quieren casarse con papá. —El niño sintió pena por la ignorancia de su hermana.
-¿Casarse con papá? -La niña estaba confundida.
—Al menos las otras intentan entretenernos, ¡pero mírala a ella! -continuó explicando su hermano.
Si esta señorita estuviera casada con su papá, seguramente sería desagradable con ellos.
La hermana mantuvo su postura.
-¡El bisabuelo siempre nos dice que no juzguemos un libro por su portada!
El hermano continuó furioso:
—No me importa lo que sientas. Solo tengo una madre ¡y es la mujer que me dio a luz!
Ella también se enfureció y replicó con inocencia:
-¡El bisabuelo dijo que nos trajo la cigüeña!
-¡Idiota! -Él se puso rojo de ira y salió molesto del baño.
Rúan Cheng casi saltó del susto. «¡Qué actitud!».
-Lo siento, no sé lidiar con los niños sin arruinar el ambiente. -Rúan Cheng se sintió culpable por esto.
La niña hizo una mueca.
—¡Es culpa de él!
Rúan Cheng miró al niño e intentó salvar la situación.
-¿Quieren ver los dibujos animados? ¿Quieren ver Peppa Pig o Power Rangers? —Tomó el control remoto del televisor.
-¡Qué infantil! -El niño no pudo evitar burlarse de ella por su estupidez.
Rúan Cheng se sintió avergonzada.
La habitación quedó en silencio otra vez.
«Señorita, ¿por qué no pregunta cuántos años tenemos?
Rúan Cheng captó la indirecta y preguntó:
—Entonces, ¿cuántos años tienen?
—Yo tengo cinco años y mi hermano también.
-¿Ya comenzaron a ir a la escuela? -«Si ya van la escuela, al ser jueves, deberían estar ahí ahora».
—Mi hermano y yo tenemos clases. Nos educan en casa, pero esta vez papá nos trajo para jugar. Él dice que en esta ciudad hay una rueda de la fortuna enorme -describió la hermana con detalle.
-¡Oh! -exclamó Rúan Cheng.
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