Ruanruan estaba eufórica por haber comido pollo frito a espaldas de su estricto padre. Durante todo el camino de vuelta a la habitación del hotel se aferró a la pierna de Rúan Cheng. No era fácil caminar bajo estas circunstancias, pero de alguna manera ella se las arregló para cojear hasta la habitación.
-Es tarde. Los mandaré a su habitación a dormir -les dijo Rúan Cheng a los gemelos, que veían dibujos animados en su habitación.
Anan levantó la vista.
-No tenemos la llave.
Ruanruan abrazó a Rúan Cheng con su manita regordete y se quedó dormida.
«¿Cómo voy a enviarlos de vuelta sin la llave?». Estaba en una contradicción y no tenía ni idea de cuándo el director terminaría su trabajo y regresaría al hotel.
-Llamaré al Señor Dong. -Rúan Cheng miró a Ruanruan, que estaba casi dormida en su regazo. No podía moverse sin despertarla, así que le pidió a Anan que tomara su teléfono. El niño se lo alcanzó.
De inmediato, Rúan Cheng se comunicó con sus compañeros para pedirles el número del trabajo de Dong Liyan.
Dong Liyan contestó el teléfono casi al instante, pero respondió:
-Siento molestarla, Señorita Rúan, pero el Director Mu está cenando con unos gobernadores y no terminará hasta dentro de un rato. ¿Le importaría dejarlos dormir en su habitación esta noche?
Rúan Cheng guardó silencio.
Acostó a los niños sobre las diez de la noche. Anan ocupó el lado izquierdo de la cama, mientras que Ruanruan durmió en el lado derecho. Dormían profundamente.
Organizó el baño sin hacer ruido y acomodó la ropa de los niños en el sofá. Cubrió a Ruanruan con la manta y se acostó con mucho cuidado. Por suerte, la cama era bastante grande. Más que suficiente para un adulto y dos niños. Pasados cinco minutos, Rúan Cheng dormía como un tronco.
En la oscuridad de la noche.
El teléfono de Rúan Cheng comenzó a vibrar bajo su almohada. Casi no podía abrir sus ojos. Consiguió levantarse y agarró el teléfono. Era un número desconocido: 139-0909-9999. Aunque se trataba de una llamada molesta, era un número bastante bonito. Rúan Cheng contestó y preguntó sin rodeos:
-¿A quién desea?
—Abre. Soy yo -respondió una voz ronca y masculina. En medio de la noche resultaba aterradora.
—¿Abre? ¿Quién es? —Ella estaba cansada.
El otro lado del teléfono quedó en silencio, solo se escuchaba el sonido de la respiración. Rúan Cheng tardó unos instantes en reaccionar. Observó a los dos niños bajo la tenue luz de la luna, Anan y Ruanruan...
»¿D¡... Director Mu? -preguntó.
-¡Abre! -La voz del hombre se tornó más fuerte.
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