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Relatos eróticos romance Capítulo 7

(boy love)

NARRA GABRIEL GARCÍA:

Dos años, dos eternos años desde que me di cuenta que estaba enamorado de mi mejor amigo, Ricardo Di Rigo.

Aquel peli-ceniza, que, a pesar de mis enfados con él, siempre ha estado conmigo apoyándome y trasmitiéndome su preciosa sonrisa. Aquella presencia que me encandilaba cada vez que estaba a mi lado.

Las clases ya habían acabado y agotado me dirigí al entrenamiento matutino, cuando en la sala de música escucho una melodía muy hermosa. Deslumbrado, me dirijo a la sala de música lentamente.

—Qué bonita melodía... —Susurré. —Trasmite tanto amor y a la vez tanta desesperación. ¿Quién puede ser? —Dije en un susurro.

Sin darme cuenta, ya estaba en frente de aquella puerta. Sigilosamente la abro, encontrándome a aquel chico llorando mientras tocaba el piano ágilmente. Abrí los ojos, centrándome en mi amigo que me había robado el corazón dos años atrás.

—¿Ricardo? ¿Qué sucede? —Me acerqué y lo miré fijamente. Mi corazón iba con velocidad, realmente no sabía que podía hacer. Nunca había visto a Ricardo llorar de esa manera.

—¿Qué debería hacer? —Posa sus profundos ojos en mí, dejándome sin aliento durante unos segundos.

—¿De qué hablas Ricardo? —Me siento a su lado, intentando comprender por qué estaba llorando.

Suspira y recoge todas las partituras, que, al parecer, había compuesto. Tras acabar, empieza a hablar mirando a un punto fijo.

—M-me gusta alguien, pero sé que este amor no es correspondido... —Hace una pequeña pausa. Su labio estaba temblando. —Pero aun sabiéndolo, no puedo evitar ver su pelo largo recogido, su deslumbrante sonrisa y aquellos ojos azules que me enamoraron desde el primer día como si fuera lo más hermoso que haya visto. —Aprieta sus puños con frustración. —Aquellos días en los que me hacía reír cuando tenía un mal día.

Tras acabar de decir aquello, agachó la cabeza avergonzado; en cambio yo, me quedé con la mirada perdida al saber que realmente mi amor no será correspondido. Él ya estaba enamorado de una preciosa chica, según su descripción.

A punto de llorar, le cojo de los hombros y apenado le sonrió.

—Tú díselo, o tal vez alguien te la pueda quitar. —Reí levemente.

Al acabar de decir eso, cojo mi mochila que se encontraba en el suelo, me levanto y sin decir nada, me doy la vuelta y al no poder aguantar más, algunas lágrimas asoman por mis ojos.

—Gabi, ¿qué sucede? —Se posiciona a mi lado con un tono de preocupación.

—No es nada tranquilo. Se me ha metido algo en el ojo. —Aprieto mis puños, quitándome con brusquedad aquellas lágrimas traicioneras. —Bueno, hay que darse prisa o el entrenamiento empezará. —Intenté decir con ánimo.

Sin previo aviso, Ricardo me agarra la muñeca y me abraza por la espalda. Él no dice nada, pero siento como su respiración roza mi cuello. Tras pasar algunos segundos, suspira.

—Te amo y... sé que no me amas, pero aún así, debía decírtelo. Te amo, Gabi. —Su agarre que tenía impuesto en su muñeca se va aflojando lentamente.

Abro mis ojos, incrédulo y rápidamente me giro y miró aquellos ojos marrones sin creer lo que había dicho.

—¿Soy yo aquella persona afortunada? —Él asintió cabizbajo. —Q-qué alegría... De verdad... —Varias lágrimas se derraman por mis mejillas y sin poder evitarlo, muerdo mi labio inferior.

Como siempre hacía, con su dedo pulgar quita mis gotas saladas y sin decir nada más, me da un beso en los labios, tierno y suave, que en seguida correspondo.

Ricardo me agarra de la espalda baja, mientras yo le toco aquel pelo sedoso que tanto me gustaba.

—Porque quiero hacerlo ya contigo.

Al decirme aquello, tragué saliva fuertemente y sentí que mi polla salía líquido preseminal. Y antes de que quisiera darme cuenta, el bajó hasta la entrada de mi culo, metiendo un dedo en él. Gemí ante eso, abriendo la boca en forma de "O". Era una sensación que no podía explicar bien. Seguidamente, empezó a moverse dentro haciendo círculos, para meter otro dedo en mi trasero.

—Creo que ya estás listo. —dijo para después ponerme bocabajo, poniendo mi culo enfrente suyo y empezar a penetrar lentamente.

—P-para, duele mucho. —Dije entre sollozos. Aunque se sintiera bien, al mismo tiempo dolía a rabiar. Se notaba que era virgen.

Ricardo se quedó quieto, solo habiendo metiendo la punta y yo empecé a dar espasmos, aunque no estuviera moviéndose, lo sentía dentro de mí y un placer invadió todo mi cuerpo.

—Y-ya. —dije y el empezó a moverse lentamente, penetrando aún más. Hasta que llegó al fondo y yo solté un grito de placer. Se sentía tan rico, que pensaba que estaba a punto de desmayarme.

Cerré los ojos con fuerza y él empezó a envestir con fuerza, haciendo sonidos muy obscenos, pero placenteros. Sentía como su polla chocaba con las paredes de mi ano, y no tardé en correrme. Fue la sensación más maravillosa que había sentido jamás. Pero él siguió embistiendo, lleno de lujuria y placer, cada vez más rápido con una sintonía de sus caderas con las mías que se movían al compás. Hasta que finalmente él se corrió dentro mía.

Lentamente sacó su pene haciendo un sonido hueco después de sacarlo y sentía como lentamente iba cayendo el semen por mi trasero. Me encantaba.

—Ahora quiero que te pongas los boxers y estés con mi semen en todo el entrenamiento de fútbol. —dijo en un susurro en mi oído, con su voz ronca, lo que hizo que tragase saliva.

—Sí. —Dije para después vestirnos e ir al entrenamiento de fútbol, sintiendo su semen dentro mío.

Fue la mayor experiencia que había vivido y me gustaría experimentar muchas más veces. Junto a tí, Ricardo.

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