Izan no entendía nada ante la reacción de Astrid y preguntó:
—Astrid, ¿por qué me miras así?
Sin decir nada, Astrid intentó tragarse la tristeza que tenía en el pecho y, con mucho cuidado, le acomodó el nudo de la corbata que Izan llevaba un poco torcido.
Con una voz seria y cálida, Astrid le habló:
—Izan, tú eres el hijo mayor de la familia Soto, además de ser el primero de la familia que pasó el examen de ingreso y ahora eres policía. Hoy, representas a los hermanos dándole la bienvenida a los invitados, así que tienes que dar el ejemplo.
—Debes cuidar siempre tu comportamiento, que no vayan a pensar los invitados que en la familia Soto nos falta educación o modales.
Izan se quedó helado, sin atreverse a moverse, tan tenso que parecía una estatua.
Astrid, normalmente, no era de acercarse a los de la familia Soto. Siempre que los veía a él y a sus hermanos, cada quien tomaba su camino y apenas se cruzaban palabra.
Pero hoy, de repente, lo ayudaba a acomodarse la corbata...
Eso sí que era para no creerse.
Entre confundido y preocupado, Izan dudó un poco y luego preguntó:
—Astrid, ¿no necesitas dinero, verdad?
¿Eh?
—¿Te hace falta mucho? —Izan sacó su celular y, mientras abría la app de pagos, explicó—: Tengo trescientos mil pesos guardados, dime cuánto necesitas y te transfiero una parte.
...
Como Astrid no se movía, Izan levantó la vista y la miró extrañado.
En cuanto vio que Astrid tenía los ojos llenos de lágrimas, Izan se puso aún más nervioso y desubicado.
—Astrid, no me digas… ¿pediste un préstamo de esos raros por internet? —Por un instante, los titulares de las noticias sobre muchachas que caían en préstamos peligrosos y eran obligadas a tomarse fotos comprometedoras se le vinieron a la mente a Izan.
¡Qué cabezota!
Astrid se giró y se limpió la cara con rapidez, tratando de contener las lágrimas antes de contestar:
—¡No pedí ningún préstamo de esos! Además, tengo más ahorros que tú, ¿o crees que tú, siendo policía, tienes mucho dinero?
Los hijos de la familia Soto eran bastante sobresalientes; unos hacían investigación, otros servían al país, pero Astrid era la única que había montado su propio negocio.
Así que, en cuanto a dinero, Astrid tenía más libertad.
Ella siempre pensó que la abuela no la quería.
Viendo que Astrid estaba completamente perdida con el tema, Izan se tomó el tiempo de explicarle:
—Cuando mi abuelita era joven, también estudió diseño arquitectónico, pero mi bisabuelo era muy tradicional y pensaba que las mujeres no debían encargarse de la empresa, así que nunca la dejó involucrarse en los negocios.
—Mi abuelita fue ama de casa toda su vida, pero siempre te ha apoyado con tu empresa. De hecho, la primera vez que tu estudio consiguió un contrato grande, fue gracias a que ella te recomendó.
Para Mónica, no poder convertirse en arquitecta fue una espina clavada, pero en Astrid veía la continuación de sus sueños.
Astrid se quedó pensativa.
¿Cuántas cosas buenas se habría perdido en su vida anterior?
...
—Astrid.
La voz de Jorge interrumpió sus pensamientos.
Astrid levantó la vista hacia el patio y vio a Jorge haciéndole señas con la mano.

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