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Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador romance Capítulo 21

Karina regresó una vez más a lo que solía ser su oficina.

Había cosas importantes que simplemente tenía que recuperar.

Empujó la puerta y, en el instante en que vio el interior, arrugó la frente de coraje.

Casi todas sus pertenencias habían desaparecido.

Incluso el escritorio y la silla que tanto cuidó, ahora habían sido reemplazados por muebles de otra marca.

Las plantas que había mantenido vivas durante años —ese par de macetas con suculentas, la enredadera y la pequeña jazminera— también se habían esfumado.

En su lugar, había una cafetera nueva, un tapete de yoga y una máquina para hacer ejercicio.

El aire estaba saturado por un aroma dulce y empalagoso, tan distinto a la fragancia amaderada y ligera que siempre prefería.

Daba la impresión de que querían borrar todo rastro de su paso por ahí.

Karina tragó saliva y reprimió el malestar que le subía por el pecho, mientras su mirada se volvía más oscura.

Iba a buscar a alguien para preguntar qué había pasado con sus cosas.

Pero al darse la vuelta, se topó de frente con Fátima, quien venía tomada del brazo de Valentín, ambos acercándose con una familiaridad que le resultó insultante.

Al verla, los dos aceleraron el paso.

—Karina, qué bueno que no te has ido —aventó Fátima, sonriendo—. Oye, ¿por qué no vamos a comer algo juntas? Yo invito, considera que... bueno, quiero darte las gracias por la ayuda de hace rato.

—No hace falta —soltó Karina, con un tono seco—. ¿Dónde están mis cosas? ¿A dónde las movieron?

Fátima echó un vistazo al interior, fingiendo confusión.

—No tengo idea, la verdad. ¿Qué te parece si primero vamos a comer y después te ayudo a buscarlas?

Karina la miró fijamente.

—Te pregunté por mis cosas. ¿Dónde están? ¿O necesitas que te lo explique con manzanas?

—¡Karina! —intervino Valentín, colocándose delante de Fátima como si quisiera protegerla—. Aunque te hayan despedido y estés molesta, eso no te da derecho a desquitarte con Fati. Lo cierto es que llevas medio año sin ponerle ganas al trabajo, los resultados son un desastre, tu despido era solo cuestión de tiempo. ¿Todavía tienes el descaro de venir a reclamar?

Karina lo miró, incapaz de creer lo que acababa de oír.

¿Y para quién había sacrificado ella todo su esfuerzo y energía durante esos seis meses?

¿Ahora él tenía la cara para decir que no le importaba su trabajo?

Cualquiera podría decirle eso, cualquiera menos él, Valentín.

Valentín pareció darse cuenta de que se había pasado con sus palabras.

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