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Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador romance Capítulo 23

El hombre estaba sin camiseta, dejando al descubierto un torso marcado y fuerte. Su piel, con un tono dorado, brillaba bajo la luz del pasillo, cubierta por una fina capa de sudor que le daba un atractivo imposible de ignorar.

Los músculos de su abdomen formaban ocho bloques perfectamente definidos. La línea de su cintura, esa curva tan buscada, marcaba el límite entre la fuerza y la sensualidad. Cada fibra de su cuerpo gritaba energía y virilidad.

Llevaba solo un short deportivo negro, nada más. El borde del short apenas cubría esa línea tan famosa, resaltando aún más la potencia de sus caderas.

Pero si bajabas la mirada...

Karina, de pronto, contuvo la respiración.

Fue como si hubiera visto un monstruo o algo así; por un momento se quedó congelada, sin poder moverse.

A pesar de haber pasado por un matrimonio, Karina sintió cómo las mejillas le ardían. El calor le subió tan rápido que solo quería meterse bajo la cama.

Desvió la mirada de golpe, pero el corazón le latía con tal fuerza que sentía que se le salía del pecho.

Ese hombre frente a ella, ni más ni menos, era su flamante esposo por matrimonio exprés: Lázaro.

Lázaro tampoco parecía esperar encontrarse con ella en la puerta. Alzó una ceja, su mirada profunda como un pozo sin fondo.

—¿Tú también vives aquí?

Su voz era grave, todavía agitada por el ejercicio, con ese tono áspero y seductor que le cosquilleaba directo en el oído a Karina.

Ella reaccionó, agarrando con fuerza el cuello de su bata, tratando de lucir tranquila.

—Sí, vivo justo aquí abajo.

—Eh… señor Lázaro, ¿usted está haciendo ejercicio? ¿O está…?

Sin querer, su mente se fue por otro lado.

No pudo evitar echar un vistazo curioso al interior de su departamento.

¿Será que su… pareja está ahí adentro?

Porque, sinceramente, ese escándalo no sonaba a que estuviera solo…

—¿Te molesté con el ruido? —preguntó Lázaro.

Karina asintió, algo avergonzada.

—Un poco… el volumen estaba algo alto.

—Disculpa, para la próxima lo tendré en cuenta.

—No pasa nada, continúe.

Karina forzó una sonrisa, rogando mentalmente que no volviera a escucharse ningún “ajá” o “mmm” sospechoso desde ese departamento.

Lázaro se dio cuenta de que ella no dejaba de mirar hacia adentro, así que abrió la puerta un poco más y se hizo a un lado.

—¿Quieres pasar y probar tú también?

La miró de arriba abajo, como evaluando la figura delgada que se adivinaba bajo la bata, pensando que sí, le vendría bien un poco de ejercicio.

Karina sintió que el cerebro le explotaba.

Capítulo 23 1

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