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Renacer en el Incendio: Me Casé con Mi Salvador romance Capítulo 29

En su vida pasada, Karina solo había escuchado historias sobre ese enigmático Sr. Boris. Decían que era despiadado, con una mirada que podía atravesar a cualquiera. Sus alianzas dependían únicamente de su humor.

Jamás lo había visto frente a frente.

Justo cuando se esforzaba por distinguir la figura de ese personaje entre la multitud, sintió un tirón brusco en la muñeca.

Una fuerza inapelable la sacó del gentío de un jalón.

Karina volteó y se topó con una mirada cargada de furia.

Era Valentín.

Sin darle oportunidad de explicarse, la arrastró hasta una sala de descanso vacía, la acorraló contra la pared y la miró con tal oscuridad en los ojos que parecía que iba a devorarla.

—Karina, ¿acaso te olvidas de mi existencia? Bien sabes que Grupo Lucero y Grupo Juárez nunca se han llevado bien. ¿Y aun así quieres asociarte con Panorama de Casa, que pertenece a Grupo Juárez? ¿Es que lo haces a propósito?

Karina frunció el ceño, disgustada.

—Valentín, suéltame —ordenó, empujándolo con todas sus fuerzas, pero él ni siquiera se movió.

Ella lo miró de arriba abajo con desdén.

—¿No temes que tu querida Fátima vea esto y malinterprete todo?

—Ella no es tan cerrada como tú. Fue ella quien me pidió que hablara contigo. Está preocupada por ti, quiere que todo quede claro entre ustedes. Me dijo que, sin importar cómo la trates, siempre te considerará su mejor amiga.

—¿Karina, no podrías ser un poco más comprensiva, como ella?

—¿Amigas?

Karina soltó una carcajada incrédula, como si acabara de escuchar el mejor chiste de todos.

—Una "amiga" que me ve la cara de tonta no me interesa. Prefiero no tentar a la mala suerte.

—¡Tú...!

Valentín respiraba agitado, claramente a punto de estallar.

—Tú sabes perfectamente que SenTec no tiene más de dos meses antes de quebrar. Incluso hay directivos que podrían terminar arruinados por los problemas financieros. Sabes que es un barril de pólvora, ¿por qué insistes en meterte ahí?

No le quitaba los ojos de encima.

—Ya te guardé el puesto de subdirectora técnica en Grupo Lucero. El lunes te quiero ahí.

La burla en la mirada de Karina se intensificó.

—Te agradezco la oferta, Sr. Valentín, pero paso.

La cara que vio era demasiado familiar.

Solo que ese rostro de facciones marcadas y firmes ahora llevaba unas gafas doradas y elegantes, que le daban un aire intelectual y distante. Los ojos tras los lentes eran tan profundos y agudos que parecía que podían ver a través de su alma.

El hombre vestía un traje hecho a la medida impecable.

El aire que lo envolvía no era el aroma cálido del jabón de siempre, sino una fragancia fría de cedro mezclada con un leve toque de tabaco, completamente desconocida para ella.

Se sentía como si estuviera frente a alguien inalcanzable, reservado, que imponía respeto solo con su presencia.

Karina, casi al instante, supo que él no era Lázaro.

Se apartó de sus brazos lo más rápido que pudo y, sintiéndose apenada, se disculpó:

—Perdón, señor. No fue mi intención.

El hombre la miró desde arriba, abrió los labios y su voz, grave y rasposa, sonó mucho más cortante que la de Lázaro.

—La próxima vez fíjate por dónde vas. No todos los brazos son para que te lances así.

Karina no supo qué responder.

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