—¡Señor Boris! De verdad, una disculpa, esta señorita no lo hizo a propósito, no se lo tome a pecho, por favor.
El anfitrión sonreía forzado mientras jalaba a Karina hacia un lado, casi arrastrándola lejos de la escena.
¿Señor Boris? ¿Señor Boris?
La mente de Karina se llenó de confusión.
¿Ese hombre que tenía enfrente era el famoso y misterioso señor Boris, Boris Juárez?
¿Tenía el mismo apellido que su esposo bombero… y encima, un parecido tan inquietante en el rostro?
Un pensamiento absurdo y sacado de una telenovela se coló de golpe en la cabeza de Karina: ¿sería posible que fueran de esos hermanos de novela, uno criado como heredero y el otro abandonado a su suerte?
Mientras ella seguía paralizada, el hombre pasó a su lado sin siquiera mirarla, como si ni existiera.
En ese instante, su asistente corrió hacia ella, con la cara llena de angustia.
—¿Señorita Karina, está bien? ¡Qué susto me dio! Ese señor es nada menos que Boris Juárez, de la familia Juárez. ¿No se lastimó?
Karina negó con la cabeza, todavía aturdida.
—Estoy bien —contestó, como si no terminara de creérselo.
Recobrando el sentido, sacó su celular del bolso y marcó el número de Lázaro.
La llamada sonó y sonó, pero nadie contestó.
Karina apretó los labios, se fue directo a WhatsApp y tecleó rápido.
[¿Tienes un hermano o un primo que se llame Boris?]
Envió el mensaje y se quedó mirando la pantalla, el corazón latiéndole con fuerza.
...
Mientras tanto, el señor Boris ya estaba instalado en el área VIP al fondo, hundido con elegancia en el sillón. Sus dedos largos jugaban con el celular, y la vibra que emanaba era tan intensa que nadie se animaba a acercarse.
Unos cuantos guardaespaldas vestidos de negro custodiaban la puerta, bloqueando cualquier mirada curiosa.
Karina no podía ver nada desde donde estaba; la barrera humana la mantenía completamente afuera.
De repente, el celular en su bolsillo vibró.
Lo sacó de inmediato. En la pantalla apareció una notificación.
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