—¿Qué? ¿Ya no te vas a casar?
Yolanda se quedó congelada por un segundo, luego suspiró resignada.-
—Pero si ya habían fijado la boda, hasta las invitaciones están repartidas. ¿Cómo vas a echarte para atrás justo ahora…?
Karina hundió la cabeza en el pecho de su madre, como si fuera una niña a la que le acabaran de romper el corazón.
—Es que no quiero dejarte sola, mamá.
Yolanda acarició con ternura la suave cabellera de su hija, y su tono se suavizó todavía más:
—Ay, mi niña, si desde chiquita estabas enamorada de Valentín. Siempre soñaste con casarte con él y armar tu propia familia juntos. ¿Por qué de repente…?
Un sabor amargo le subió al pecho a Karina.
Las palabras de su madre la hicieron regresar a la realidad en un instante.
Valentín creció bajo la mirada atenta de los mayores de la familia Leyva, siempre se destacó y se ganó la confianza y cariño de todos.
Especialmente después de que se comprometieron hace medio año, su papá incluso le confió proyectos importantes del grupo familiar.
Pero, ¿cómo podía explicarle a su madre?
En el fondo, Valentín nunca le dio un lugar en su vida.
Después de la boda, todo lo que les esperaba era una fachada de armonía y cariño.
Ni siquiera tenía derecho a ser madre; aunque arriesgara su salud, no lograría que él le tuviera un poco de compasión.
Y mientras tanto, la empresa familiar iba cayendo poco a poco en sus manos, hasta convertirse en el trampolín que lo llevó a la cima del mundo empresarial.
Recordar todo lo que había vivido en su vida pasada le desgarraba el alma.
...
—Señora, la señorita Fátima ya regresó. El señor Valentín también vino con ella.
La voz de la empleada se escuchó desde afuera.
Yolanda pensó que Valentín había venido a platicar los detalles de la boda, o tal vez a ver cómo estaba Karina después del susto.
Le dio unas palmaditas en la mano.
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