Fátima la miró directo a los ojos.
—¿Ah, sí? ¿Seguro, Karina?
Karina respiró hondo. Un amargo sabor seco le subió por la garganta.
Asintió.
—Sí, vine a esta escuela por mi ex. ¿Pero qué tiene que ver eso con mi tesis de graduación?
De pronto, Fátima soltó una carcajada.
—Nada, solo quería asustarte un poco, ¿apoco sí te la creíste?
Se giró hacia los profesores sentados en la mesa.
—La tesis de Karina está muy bien, la verdad. Es innovadora, el desarrollo está sólido. Por mi parte, la apruebo.
Los demás profesores soltaron el aire, visiblemente aliviados. En sus caras apareció una sonrisa de aprobación, como si se hubieran quitado un peso de encima.
...
Cuando Karina salió del aula, su cara estaba desencajada.
Una compañera se le acercó con preocupación.
—Karina, ¿por qué tardaste tanto? ¿La jueza de MIT sí se pone pesada con las preguntas?
Karina no respondió. Recogió sus cosas y salió del edificio a paso rápido.
Cruzó el patio y fue a sentarse sola en la última fila de las gradas del estadio.
Algunos grupos de parejas caminaban tomados de la mano por la pista, y entre risas, sus voces se deslizaban con el viento hasta donde Karina estaba.
Por un momento, se quedó ida, recordando que ese era el lugar adonde solía ir con Valentín.
Él estudiaba Derecho, así que ella no podía entrar a su campus tan fácil.
Por eso, casi siempre era Valentín quien la buscaba en su universidad.
Salvo cuando tenía clases, él pasaba prácticamente todo su tiempo ahí, a su lado.
Caminaban de la mano, dando vueltas y vueltas alrededor de la pista, como si nunca se cansaran.
No supo cuánto tiempo estuvo ahí, perdida en el recuerdo, hasta que dos siluetas conocidas aparecieron en su campo de visión.
Casi por instinto, Karina agarró su mochila y se levantó de golpe, alejándose en dirección contraria.
No muy lejos detrás de ella, Valentín caminaba de la mano con Fátima.
Fátima se recargó en su hombro y le murmuró algo en tono suave.
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