De repente, el celular sonó. Era un número desconocido.
Alina contestó, pero nadie habló al otro lado. Después de un momento, solo se escuchó un bufido de desdén.
El corazón de Alina dio un vuelco y, tentativamente, preguntó: —¿Pro... profesor?
Joaquín no respondió de inmediato. Tras una pausa, dijo de forma atropellada y casi ininteligible: —Aunque no consigas la inversión de la Alianza de Crecimiento, puedo darte otra oportunidad para que vuelvas.
Habló tan rápido que Alina no entendió bien, y supuso que Joaquín la estaba presionando para que consiguiera la inversión.
Aunque Alina sabía que sería difícil, el simple hecho de que Joaquín la llamara fue suficiente para emocionarla.
Miró a la pareja que caminaba un poco más adelante y sus ojos se llenaron de determinación. —Profesor, no se preocupe, ¡haré todo lo posible por conseguir la inversión de la Alianza de Crecimiento!
Joaquín guardó silencio por unos segundos. No se sabe en qué pensó, pero soltó un bufido frío y, tras un "como quieras", colgó apresuradamente.
Alina colgó el teléfono y, justo cuando iba a entrar al edificio, escuchó varios estallidos.
En el cielo nocturno, los fuegos artificiales explotaron de repente.
Como miles de diamantes lanzados bruscamente sobre un lienzo azul oscuro, los destellos dorados y rojos estallaron al instante, trazando largas estelas que rompieron el silencio.
—¡Qué hermoso! —exclamó alguien entre la multitud.
—Quién sabe qué caballero le estará pidiendo matrimonio a su amada.
—Debe ser el mandamás de la familia Lozoya.
—He oído que la mujer que le interesa es la hija mayor de la familia Portillo, la que ha hecho grandes avances en la investigación de inteligencia artificial y hasta ha salido en las noticias nacionales.
—¡Seguro que esto es para celebrarlo!
Alina levantó la vista hacia el cielo nocturno, donde los fuegos artificiales ascendían y explotaban uno tras otro.
—¡Ali!
Al escuchar el llamado de Nayeli, Alina miró hacia adelante.
Vio a Nayeli y a Franco de pie, no muy lejos, junto a su tía Selene, a quien no había visto en mucho tiempo.
—Tía.
Alina aceleró el paso, se acercó a ellos y saludó a Selene.
—¿Por qué tardaste tanto? ¿Estás enojada porque Franco no te defendió hace un rato? —le preguntó Nayeli.
Alina negó con la cabeza. —Para nada.
Selene los miró a los tres con una expresión titubeante. —Cuando ustedes dos se casen, serán familia. ¿Cómo podría Ali enojarse con su cuñado?
Alina miró a Franco, que permanecía en silencio, y sonrió. —Es verdad. Prima, es normal que mi cuñado te proteja. ¿Cómo podría enojarme?
Alina se llevó la mano al vientre. Hacía poco había albergado a un bebé allí, pero lamentablemente, no era suyo.
Selene añadió: —Un partido como Jonás, tienes que asegurarlo bien.
—La familia Osorio no estaría donde está si no fuera por el apoyo de los Lozoya todos estos años.
—Además, ahora que Nayeli ha vuelto para quedarse, necesitará de tu ayuda y la de Jonás en el futuro.
Alina miró de reojo a Selene.
Había preguntado en el hospital y los resultados del peritaje sobre la subrogación estarían listos en tres días.
En cuanto los tuviera, se los entregaría a su abogado para estar preparada.
Pero antes de eso, ya le había pedido al abogado que preparara los documentos del divorcio.
En el fondo, prefería hablar las cosas con Jonás de manera civilizada. Después de todo, tanto su familia como la de su tío dependían de la empresa de Jonás para subsistir.
Mientras consiguiera el reparto de bienes que deseaba y pudieran divorciarse en paz, no quería llegar a un enfrentamiento con él.
Pero si Jonás no accedía a un divorcio amistoso, entonces no dudaría en usar las pruebas de la subrogación para demandarlo.
Fuera como fuera, se divorciaría de Jonás y obtendría un reparto justo de los bienes.
Una vez que tuvo esto claro, Alina ya no tenía nada de qué preocuparse.

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