Después de bastante tiempo, Victoria suspiró en su interior. «Ocultarle la verdad mantendrá al margen cualquier situación incómoda. Además, podemos pensar en nuestra relación como una transacción en la que ambas partes se benefician». Con ese pensamiento en mente, apartó a Alejandro, que se había inclinado demasiado cerca para su comodidad.
—Tú, no, eso seguro.
Él frunció el ceño.
—¿A qué te refieres? ¿Hay alguien más que te conoce mejor que yo? ¿Quién es? —No notó lo alterado que estaba por lo que ella había dicho.
Por otro lado, Victoria no respondió. Al ver cómo lo ignoraba, Alejandro la tomó de los hombros y le preguntó con algo de crueldad:
—¿Es un hombre o una mujer?
Él aplicó demasiada presión, lo que hizo que ella arquera las cejas y lo apartara de un empujón.
—Me duele. No me toques.
Alejandro aflojó un poco la presión, pero no dejó de fastidiar a Victoria.
—Si no quieres que te toque, entonces tienes que ser honesta conmigo. ¿Quién te conoce mejor que yo? Además, ¿qué hay con el informe?
—Nadie. Soy la única que me entiende mejor. No le des tanta importancia a mis palabras, ¿de acuerdo? Y no sé a qué informe te refieres. ¿Es de la compañía o de otro lado? Si quieres que te dé una respuesta, deberías ser claro, ¿no crees? —respondió ella ante su persistente cuestionamiento.
Victoria tomó la iniciativa para expresar sus dudas, lo que hizo que el hombre entrecerrara los ojos. «Hay algo sospechoso en la forma en la que reacciona».
—La sirvienta afirmó que encontró un trozo de papel mientras recogía la basura.
«¿Un trozo de papel? ¿Un trozo del informe?».
Victoria miró a Alejandro a los ojos con calma.
—¿Qué informe? ¿Dónde está?
—Estaba roto y lo encontró en la habitación. ¿No es tuyo?
—¿Un trozo de papel roto? Sí, es mío. —A continuación, evitó su mirada y volvió a dirigir la atención al portátil—. Es el informe que me dieron en el hospital. ¿Qué tiene de malo?
De repente, él la miró fijo.
—¿Qué clase de informe es?
Victoria se mantuvo firme y respondió:
—El informe de mi revisión. ¿Hay algún problema?
No obstante, su respuesta provocó que Alejandro se burlara:
—¿Crees que puedes engañarme? ¿Por qué romperías el informe? —preguntó en tono serio. De repente, la tomó de la muñeca e insistió—: ¿Me estás ocultando algo? ¿Qué clase de informe es?
Luego, razonó que su extraña peculiaridad debía estar relacionada con el informe. A medida que aplicaba más presión sobre ella, Victoria frunció el ceño.
—No lo rompí a propósito. El informe estaba empapado por la lluvia y ya no podía leer lo que decía. Por eso lo deseché —explicó en voz baja.
—¿Por qué lo rompiste antes de desecharlo? —Alejandro seguía pensando en eso.
Era evidente que seguiría insistiéndole a Victoria si no lograba convencerlo con una excusa razonable.
Cuando ella lo miró a los ojos, notó lo oscuros y sombríos que eran.
—¿No consideraste que no fui yo quien lo rompió? —dijo tras suspirar.
—¿Qué?
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