Después de hablar, Victoria no pudo molestarse en perder más tiempo con ella, así que empacó sus pertenencias y enseguida se fue de la cafetería. Sin embargo, no se dio cuenta de que después de que se fue, Carlos, se sentó frente a Claudia y comenzó a preguntarle por ella.
Después de salir, Victoria no se fue a casa y, en cambio, se puso de pie al costado de la calle, mirando a los autos pasar; sentía un gran alivio.
No pudo evitar llamar a su padre, Antonio, para compartir la noticia de que había devuelto el favor, pero el teléfono sonó durante mucho tiempo y no contestó nadie. Le echó un vistazo a la hora y supuso que era probable que su padre estuviera ocupado con el trabajo, así que no volvió a llamarlo.
Durante el resto del día, Victoria continuó acompañando a Griselda en el asilo. Como había hablado con Claudia por mucho tiempo, se demoró y llegó un poco tarde.
—Señora Calire, ha llegado más de media hora tarde. La gran señora Calire la ha estado esperando durante mucho tiempo —le dijo el cuidador cuando llegó.
Tras escucharlo, Victoria se sintió un poco culpable.
—Tenía que hacer algo de camino y me demoré.
—Entonces entre rápido.
—Bueno. —Victoria aceleró los pasos y enseguida llegó a la habitación.
Era probable que todos los cuidadores se hubieran ido al mismo tiempo y solo estaba Griselda en la habitación. Cuando Victoria estaba por entrar, de repente se detuvo, ya que vio que Griselda sostenía una foto y la miraba, aturdida. Si bien solo podía verle el perfil a la distancia, podía percibir una gran pena por parte de la mujer.
—Abuela —le dijo en voz baja y entró.
Tras escucharla, Griselda recobró los sentidos y la miró, cambiando de expresión.
—Victoria, llegaste.
—Lo siento, abuela. Me topé con un problema en el camino y acabo de llegar. ¿Me esperaste mucho tiempo? La próxima vez si me vuelvo a demorar, me aseguraré de llamar —se disculpó, acercándose.
—Tonta, solo fue un momento. ¿Cuánto tiempo pude haber esperado? Además, no hay nada que hacer en el asilo, así que no importa si espero mucho o poco tiempo.
—No, eso no. —Victoria sacudió la cabeza, se agachó y apoyó la cabeza en la pierna de la mujer antes de decir en voz baja—: Quiero informarte para que al menos mientras me esperas, sepas que estoy de camino a verte.
—Pequeña… —La voz gentil de Victoria la tranquilizó, estiró la mano para acomodarle el cabello y preguntó—: Entonces, ¿por qué no me cuentas lo que te sucedió de camino aquí?
—Son asuntos de trabajo y es muy aburrido. Abuela, no hay mucho para decir. ¿Qué te parece si en cambio me cuentas una historia? —preguntó sonriendo tras hacer una pausa. Luego, tocó la foto en la mano de Griselda y dijo—: Por ejemplo, la historia de esta foto.
La mujer vaciló por un momento antes tocarle la frente de forma gentil.
—Pequeña astuta.
—Mmm —murmuró Victoria apoyando la cabeza en ella—. Quiero escuchar la historia, abuela.
—Bueno, te la contaré.
Al mediodía, Victoria recibió un mensaje de Alejandro preguntándole donde estaba.
«En el asilo», respondió brevemente.
Poco después de que envió el mensaje, Alejandro respondió: «Iré a almorzar».
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