Secreto de mi esposo ciego romance Capítulo 1

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—Eh... ¿Debería quitarme la ropa y meterme en la cama primero o... te ayudo a desvestirte a ti primero? —preguntó Camila Santana con cautela, de pie en la puerta del baño, envuelta en una toalla.

Era su noche de bodas.

El hombre en silla de ruedas, con los ojos cubiertos por una venda de seda negra, sería su esposo a partir de ese momento.

Era la primera vez que lo veía en persona, y era aún más atractivo que en las fotos. Tenía rasgos definidos, una nariz afilada y cejas gruesas. Su figura alta y esbelta encajaba perfectamente con la imagen del hombre de los sueños de Camila. Pero, lamentablemente, era un hombre discapacitado y ciego.

Algunos acusaban a Dámaso Lombardini de ser un gafe, pues sus padres murieron cuando él tenía nueve años y su hermana mayor falleció cuando él tenía trece. Además, sus tres prometidas anteriores también murieron, una tras otra.

Cuando Camila escuchó esos rumores por primera vez, se sintió intimidada, pero su tío, Eulalio Santana, le aseguró que la familia Lombardini financiaría el tratamiento de su abuela, María Díaz. Por el bien de María, estaba dispuesta a correr el riesgo.

Al no recibir respuesta de Dámaso, Camila pensó que no la había escuchado, así que repitió su pregunta.

—¡Ja! ¿Sabes quién soy? —el hombre, distante, se quitó lentamente la venda negra y miró fríamente a Camila.

Su mirada era tan fría que Camila tembló instintivamente, pero pronto se tranquilizó a sí misma: ¡al fin y al cabo, era un hombre ciego! Sin embargo, le sorprendió percibir una mirada tan profunda en alguien que no podía ver.

Camila nunca había visto a un ciego, así que no estaba segura, pero le respondió con sinceridad—. Lo sé.

Dámaso frunció el ceño—. ¿No tienes miedo a la muerte?

Parecía aún más sereno e intimidante tras quitarse la venda.

El corazón de Camila latía con fuerza—. No. Te estamos en deuda porque salvaste a mi abuela. Cumpliré mi promesa de darte hijos y cuidarte toda la vida —declaró, mirándolo fijamente, con una expresión seria en su delicado rostro.

Dámaso la observó en silencio durante un momento antes de soltar una risa sarcástica—. Bien. Entonces, ayúdame a darme un baño.

Camila dudó un instante antes de responder—. Claro.

No se había arrepentido de su promesa a Pedro Lombardini, el abuelo de Dámaso, de casarse con él. Era natural que una esposa bañara a su esposo discapacitado.

—Voy a preparar el baño —dijo Camila, entrando al baño.

Dámaso frunció el ceño al verla desaparecer. De hecho, ya había mandado investigar a la joven. Su pasado era tan sencillo como parecía: provenía de una familia pobre de un pueblo y estaba dispuesta a casarse con un hombre de mala fama como él por el tratamiento médico de su abuela.

Antes, sus tres prometidas eran todas jóvenes de la alta sociedad de Adamania y de familias adineradas. Sin embargo, todas fueron brutalmente asesinadas la noche antes de la boda. Para su sorpresa, una chica tan ingenua e inocente como Camila había llegado sana y salva hasta la noche de bodas.

O era demasiado insignificante para que alguien se preocupara por ella, o estaba fingiendo.

Mientras Dámaso se perdía en sus pensamientos, la puerta del baño se abrió. Se quedó momentáneamente atónito al ver a la pequeña mujer salir del baño envuelta en vapor.

El vapor había humedecido su largo cabello negro, con algunos mechones cayendo sobre sus clavículas. La toalla que cubría su cuerpo estaba mojada y pegada a su piel, delineando sus curvas.

—Por favor, espera un momento —Camila se agachó para sacar su maleta de debajo de la cama. Su ropa estaba perfectamente ordenada. Sacó un camisón blanco de encaje, le quitó la etiqueta y se lo puso.

Pensando que Dámaso era ciego, se cambió de ropa delante de él, pero ese acto inocente tuvo otro significado para Dámaso. ¿Está probando si realmente soy ciego?