Camila estaba muy confundida, pensando que Dámaso no podía ver nada.
—¿Puedes bañarte si me voy?
Dámaso no contestó, pero el ambiente se enfrió. Al darse cuenta de que Dámaso podría enfadarse, Camila tomó con timidez el estropajo de baño y se marchó.
—Ten cuidado, ¿vale? Llámame si necesitas algo.
Al salir del cuarto de baño, Camila se sentía inquieta y mira de forma inconsciente hacia la puerta.
«El suelo está resbaladizo. ¿Y si se cae por accidente? ¿Y si se cae y muere? Acabo de casarme y no quiero quedarme viuda tan pronto…».
Justo cuando la mente de Camila se desbocaba, sonó su teléfono. Luci Salas, su mejor amiga, le había enviado un video titulado «Material de repaso».
«¿Material de repaso? ¿Por qué me ha enviado esto cuando aún falta mucho para los exámenes finales?».
Camila se pregunta el porqué de ese título mientras hacía clic en el video.
—Si... Ah…
Para su sorpresa, ¡lo que apareció fue una mujer apasionada en un hombre! Al instante, Camila se sonrojó hasta la raíz del cabello. Presa del pánico, quiso cerrar el video, pero su teléfono de imitación se congeló en ese mismo instante y no pudo apagarlo por más que lo intentó.
De repente, la puerta del baño se abrió. Cuando Dámaso escucho el sonido erótico, su rostro se ensombreció.
—¿Qué estás haciendo?
Camila, que ya sudaba nerviosa, casi deja caer el teléfono al suelo, asustada por la repentina aparición de Dámaso. Con manos temblorosas, metió el teléfono bajo la manta. El volumen era bajó, pero la mujer del video gemía cada vez con más pasión.
—Tú... —Dámaso miró con severidad a Camila.
—¡Estoy viendo un video de baño! Camila apretó la manta con fuerza, esperando tapar el sonido.
Una sombra recorrió el semblante de Dámaso.
—¿Un video de baño?
—Sí —Camila se sentó en la manta, secándose nerviosa el sudor de la frente—. Era un hombre dándole un masaje a una mujer. La mujer estaba tan cómoda que gemía.
Dámaso se quedó sin habla.
«No solo cree que sea ciego, sino que quizás también piense que soy tonto».
En la habitación reinaba un silencio sepulcral, aparte de la voz apagada de la mujer que salía de debajo de la manta. Vestida con ropa de dormir, Camila se apretó contra la manta en una posición incómoda. La cálida luz amarilla se reflejaba en su piel clara y desprendía un aura seductora. La respiración de Dámaso se hizo más pesada y sus ojos se oscurecieron.
Unas gotas de sudor cubrieron la frente de Camila. No sabía que apretar una manta suave pudiera ser tan agotador. Por fortuna, el video terminó al cabo de un rato. Camila se secó el sudor y sacó el teléfono recalentado de la manta.
Dámaso se sentó en el borde de la cama y la miró con una media sonrisa.
—¿Ha terminado el video?
Camila esbozó una sonrisa incómoda.
—Sí... En efecto, no es bueno restregarse demasiado fuerte al bañarse…
Dámaso no hizo ningún comentario. Camila borró de inmediato el video y envió un mensaje a Luci muy enfadada.
«Casi me metes en un lío».
Luci respondió al instante. Vamos.
«Estoy siendo útil. ¿Tu marido no es discapacitado? He encontrado este video en especial para ti. ¿Lo has visto?».
Camila enrojeció.
«¡Vete al infierno!».
Como Dámaso era ciego, Camila no se ocultó al enviar mensajes de texto a Luci. Como resultado, Dámaso podía leer de forma palpable su conversación.
«Mi teléfono se congeló justo cuando iba a cerrar el video y él lo escucho. Me preguntó qué estaba haciendo. A duras penas conseguí salir mintiendo».
«¿Guapo marido ciego? Qué descripción tan poco favorecedora».
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