Llegamos a la habitación.
—Puedes aguantar un momento, ya regreso necesito hacer algo.
—No tengo problema.
Dejé la habitación y fui en búsqueda de Azucena.
—Oye que pasa, por qué me tratas con indiferencia.
—Apenas te vuelves select y con más libertad, te acuestas con cualquiera.
—No es tu problema con quién yo me acueste, al final he ha hecho bastante por mi y tengo que ser generosa.
—Quien sabe con qué mentiras te trajo hasta acá, pero ve tranquila, pagale el favor que según tu el ha hecho y cuando decidas conocer la verdad, vienes y me buscás.
— ¿La verdad? ¿A qué te refieres?
—Yo no te diré nada más hasta que cumplas tu compromiso.
—Tu con tus misterios, ya me voy, si continúo aquí estoy seguro que me dañaras la cita.
Regrese a la habitación.
—Disculpa, solo he ido a saludar.
— ¿Ya habías estado aquí?
—La corporación me tuvo un tiempo aquí, por eso conozco a la administradora.
—Si te sientes incomoda por ella, podemos buscar otro hotel.
—No es necesario, pero tengo una duda de esta habitación.
— ¿Cuál?
—Sospecho que tiene cámaras.
Ambos empezamos a buscar y efectivamente, había una cámara bastante pequeña, le di la vuelta y ahora sí a la que venía.
—Disculpa por todas las tardanzas, pero ahora sí nada nos interrumpirá.
—Descuida, cada minuto contigo vale la pena.
Nos empezamos a besar, besa muy bien y luego sus manos empezaron a perderse en el interior de mi blusa, lo hacía con timidez pero dejé que el llevará su ritmo, en cambio yo comencé a desabrochar su camisa, pero para mí sorpresa usaba una camiseta en su interior.
— ¿Te gusta lo que tocas?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Secretos - La historia de una acompañante