AVA
La habitación olía a desinfectante y a resignación.
La doctora evitaba mi mirada como si eso fuera a suavizar el golpe que estaba por darme.
—Sus análisis no muestran mejoría, Luna —dijo finalmente, con voz baja.
—De hecho, sus capacidades físicas han disminuido aún más esta semana. Sus instintos… la conexión con su loba… todo está debilitándose.
Me aferré al reposabrazos, para disimular el temblor en mis manos.
—¿Y la fertilidad? —susurré, como si al decirlo bajito pudiera cambiar la respuesta.
La doctora tragó saliva, sin levantar los ojos.
—Los niveles hormonales no son alentadores. Lo siento, Ava. Si las cosas siguen así… no podrás concebir.
Todo se detuvo dentro de mí.
Pero no solté ni una lágrima. Me sentía tan seca y sin esperanzas.
Mi peor pesadilla haciéndose realidad. Heredé la rara enfermedad de mi madre, aunque al menos ella me pudo dar a luz.
No se sabía la causa, solo que te ibas consumiendo hasta quedarte como una muñeca sin vida; sin hablar, ni escuchar a tu loba, desconectada del mundo… justo como estaba mamá.
El frío paralizante se arrastró por mi alma, sumiéndome en pánico.
Cuando salí de la consulta, mi hermana estaba esperándome sentada en la sala.
Se levantó enseguida, preguntándome con angustia:
—¿Qué te dijo?
—Lo de siempre. Que estoy peor —respondí sin mucha emoción.
Ella me abrazó, me sostuvo con fuerza y tuve que morderme el labio inferior que me temblaba para no comenzar a llorar de nuevo.
Cerré mis brazos en su espalda, hundiéndome en su cuello.
Solo Emma me daba consuelo. Mi mejor amiga, mi hermana adoptiva.
La cachorra que mi madre salvó y crio como suya. Siempre habíamos estado juntas en las buenas y las malas.
—Vas a estar bien, Av. Quizás es solo una fase. Nadie puede entenderte como yo, ¿sí? Estoy aquí. Siempre estaré aquí.
Y sus palabras me daban tanto consuelo.
Aunque perdiera a mi loba interior, mis sentidos, no estaría sola, y eso me reconfortaba.
*****
En estos días no he sabido cómo decirle a mi compañero que estoy empeorando y además… el tema de los cachorros.
Soy la Luna y debo darle descendencia al Alfa. Ese asunto me tiene demasiado estresada.
Heredé la manada Colmillo de Acero de mis padres y Feodor es mi Alfa.
Después de haberlo pensado mucho, decidí hablarlo hoy.
Pero primero voy a seducirlo y hacer el amor como hace tiempo no hacemos, reavivar nuestra relación y la marca que nos une.
Así que me estoy mirando frente al espejo, con mi body sexy y descarado.
Jamás he sido de las tímidas, aunque confieso que últimamente mi confianza ha estado un poco baja.
Escucho la ducha apagarse.
Me revuelvo el cabello castaño, rocío perfume y aplico bálsamo en los labios. Hoy no es día de tristezas.
Apenas lo veo salir, camino hacia él, pasando las manos en su fuerte pecho y acariciándolo mientras se seca el pelo.
—Mi amor, no me digas que estás cansado, prometiste pasar la tarde conmigo… —mis dedos toquetean su virilidad sobre la toalla enredada en su cintura.
Doy besitos sensuales en su pectoral y mi loba Saphir intenta acercarse a su pareja.
Nosotros no éramos destinados, pero Feodor me marcó como suya cuando yo lo elegí porque me enamoré de él.
Enseguida descubro que algo anda mal, el lobo Alfa bloquea a Saphir, que regresa a mi mundo interior cabizbaja.
La seducción me duró bien poco.
—Nena, lo lamento, pero me acaban de llamar de Luna Escarlata —toma mi mano, sobando su miembro mustio, y me aparta, caminando hacia el gavetero.
—¿Qué? ¿Justo hoy tan tarde? —le pregunto con incredulidad y decepción.
Sé que tiene que cerrar un trato importante con ellos, pero ¡c0ñ0 qué inoportunos!
—Lo lamento, mi amor, y lo más probable es que me tome la madrugada, así que regreso mañana.
—Pero mañana… —dudo en decirle que tengo consulta y necesitaba que me acompañara para que la doctora le explique mejor.
Lo veo poniéndose el calzoncillo y caminando con prisa hacia el guardarropa.
—¿Mañana qué sucede? —me grita desde adentro.
—Nn… nada, nada… —respondo sintiendo cómo ese agujero se sigue abriendo en mi pecho.
Entre las tareas de Luna, la conexión cada vez más débil con mi loba y el alejamiento con el Alfa, en ocasiones me siento… demasiado abrumada y sola.
Bueno, al menos tengo a Emma.
Feodor se despide de mí, anudándose la corbata y bajando a tomar el maletín de cuero en el despacho.
Tal parece que me estuviese huyendo…
Resignada, me visto con algo más cómodo y decente.
Puntos negros danzaban frente a mis ojos, pero le fui encima, cegada por la ira, sacando colmillos y garras.
Sin embargo, no era rival para él, menos en mi estado actual.
Me empujó con violencia y caí de espaldas contra el suelo con un siseo de dolor.
Sentía cómo las lágrimas se mezclaban con la rabia, y más cuando la vi a ella aparecer, apenas envuelta con la sábana.
—¡Emma, lo podía esperar de cualquiera menos de ti! ¡M4ldit4 desagradecida!
Volví a levantarme, mareada y con ganas de vomitar, pero aun así me abalancé hacia ella.
Solo que el cobarde Feodor se interpuso entre ambas.
—No teníamos opción, Ava —agarraba nerviosa la tela, fingiendo debilidad cuando podía ver el regocijo en el fondo de sus pupilas.
—Tú estás… seca y moribunda. Él necesita una hembra fuerte a su lado, la manada necesita cachorros herederos.
—¡La manada de mis padres, hija de puta! —le grité, sintiendo mi garganta desgarrarse —. ¡Los que te recogieron cuando eras una huérfana abandonada!
Algo cambió en sus ojos al escuchar eso y su expresión se transformó en su verdadero rostro, ese que jamás me había mostrado.
—Tu padre ya murió y tu madre es un vegetal que ni sabe limpiarse el culo, no vivas más en el pasado, querida hermanita —respondió con dureza.
Diosa, creí que moriría ahí mismo del coraje.
Pero fue como si una calma fría se apoderara de repente de mi interior.
—Ya veremos si vas a ser la Luna o no… ¡Y tú! —empujé a Feodor con el alma destrozada—. ¡Me vas a dar mi libertad!
Él sabía muy bien que si los demás se enteraban de esta traición, me apoyarían y los expulsarían de la manada.
¡Él era el Alfa porque yo lo escogí!
—¡Ya basta, Ava, deja de hacer estupideces! ¡Ven acá! —me sostuvo del brazo cuando di media vuelta para marcharme.
Me sostenía en pie a duras penas. Mi loba, herida y lista para rechazarlo.
—¡Escúchame muy bien! ¡Sé lo que estás pensando, pero si abres la boca, adiós a tu madre! —me amenazó y la expresión en sus ojos me dijo que iba en serio.
—¿Qué… qué dijiste?
—Tú sabes que está viva gracias a mi generosidad. ¿O crees que la cuidadora no responde a mí? Una orden. Solo una. Y dejará que se pudra.
—Eres un maldito… —negaba sin creérmelo—. ¡¿Cómo pude estar tan ciega?! ¡¿Cómo no vi el monstruo que eras en realidad?! ¡¡Desgraciado, incapaz, mentiroso traicionero…!!
Le grité todo lo que me pasaba por la mente, luché como una loba rabiosa, pero el mundo comenzó a apagarse frente a mis ojos.
Mi corazón bombeaba errático y mi cerebro se desconectó.
Escuchaba los gritos de Saphir llamándome, pero ya no podía reaccionar.
Terminé desmayándome, y cuando desperté, me sumí en otro nivel de pesadillas y humillaciones.

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