Él la miró con ojos severos, ella le miró con algo de miedo, Marcus la acercó, tomando sus brazos con fuerza.
—¡Ten cuidado, Evana! No cruces tu límite.
Ella sintió un miedo diferente, no era miedo en realidad, era algo más, estaban tan cerca, podía seguir sintiendo su cálido aliento, perderse en sus ojos azules, imponentes.
Marcus sintió esa atracción, era casi irresistible, que eligió alejarse de Evana.
—Lo siento, pero, no puedes venir y besarme de esa manera, creo que dejamos las cosas claras —dijo ella.
Cuando Evana miró el rostro de Marcus, él tenía una sonrisa pícara en sus labios.
Ella entró al cuarto de baño, se metió a bañar. Se sentía exhausta, los días habían pasado tan rápido en su mente, que sentía como si viviera en una película que no encontraba su final.
Marcus esperaba que ella saliera de bañar, pero como tardaba, decidió desvestirse.
Cuando Evana salió del baño ya estaba cubierta por una toalla, vio al hombre ahí, quitándose la ropa, como si estuviese solo, sus ojos se abrieron enormes al verlo; un cuerpo perfecto, bien dotado, esculpido como un dios griego.
Sus mejillas se cubrieron de rubor, mirándolo atónita, reaccionó al instante, cubriendo su mirada.
—¡Por Dios, que descaro! —sentenció
Él alzó la vista, sonrió divertido.
—¿Qué pasa? ¿No eres mi esposa? Vamos querida, si no te gusta puedes irte, o bien, quédate, y lava mi cuerpo, podríamos divertirnos.
Ella abrió ojos enormes, no podía creer sobre ese nivel de descaro.
—¡Estás loco!
Salió tan rápido y cerró la puerta de un solo portazo.
Él sonrió, le gustaba torturarla, le gustaba su indignación.
«¿Por qué? Ella no me gusta, solo es bonita y ya, es cualquier mujer» pensó con un desdén que el mismo no se creyó.
Cuando salió del cuarto de baño, Marcus Ford ya estaba vestido de forma impecable, observó a Evana ante sus ojos, la miró impactado, se veía tan hermosa que le robó el aliento.
—¿Crees que tu madre se moleste? ¿Qué pasa? —exclamo al ver su turbación, no podía mirar más allá de Marcus Ford, ni si le gustaba como se veía o en realidad la desaprobaba, eso la puso de nervios, era diferente a Álvaro que siempre tenía una crítica oculta, y la obligaba a vestir como él decía, pero, con respecto a Marcus Ford, ella no podía ver a través de él, temió que no estuviera a su altura.
Bajó la mirada.
—Luces perfecta, no te angusties tanto por mi madre, ella dirá lo que quiera, pero no se meterá con nosotros, te lo aseguro.
—Es que, el vestido…
—Es solo un vestido, Evana, eso no importa, ¿Estás lista?
Evana asintió, sonrió, salieron de la habitación.
Cuando llegaron al gran salón, él tomó la mano de Evana, las puertas se abrieron, los vieron entrar.
Álvaro sintió que algo hervía en su interior, y sus ojos se abrieron enormes, sus cejas se curvearon, preguntándose, ¿Ella es Evana?
«Luce tan… perfecta y hermosa… ¿Cómo es que nunca lo vi…?», pensó.
Cuando Fátima vio a la mujer y notó que no lucía el perfecto vestido dorado que lucían las demás mujeres Ford sintió tanta rabia y humillación, caminó hacia ellos, pisando bien fuerte.
El resto de la familia se acercó tras la mujer.
—¿Qué es esto, Evana?
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