—¿Qué dices tío? —Álvaro tomó su mano y lo miró, sonrió perverso—. ¿Estás celoso? Ah, ¿Qué pasa? No soportas cuando ella gime mi nombre en el sexo, acostúmbrate, tío querido, ella siempre habrá sido mía antes que tú, yo fui su primer hombre.
Marcus lo miró con odio, sus ojso eran como una noche oscura, pero luego sonrió con malicia
—Álvaro, pero si ni siquiera la enseñaste a amar, me lo contó todo, se sorprendió tanto conmigo, ahora ya sabe cómo un hombre ama a una mujer, de verdad, y ¿Sabes qué? Nos hemos burlado de lo malo que eres en la cama, creemos que Nicol debería dejarte, ¡Oh, querido sobrino! No te angusties pensando en Evana en mi cama, créeme, ella nunca piensa en ti, está tan excitada, que solo puede disfrutar como una mujer libre.
Marcus retrocedió al ver el rostro desencajado de Álvaro, golpeó su mejilla.
—Lo que sí, es que debe ser duro para ti, perder a Evana por Nicol, mira lo que he hecho, no solo gané la presidencia pro mí mismo, al lado de un gran hombre, hay una gran mujer, y tú la dejaste ir, ese ahora es tu karma.
Álvaro salió de la sala de juntas, estaba tan enfurecido, que la sangre lo quemaba por dentro.
Marcus Ford se sentó frente a su escritorio, sonrió al ver ese gran lugar, luego pensó en ella
«Evana… no eres mía, pero al menos nunca serás de ese infeliz que te destrozó», pensó.
Mansión Ford
—Tu deber como la nueva señora Ford, Evana, serán las labores sociales, la empresa Ford siempre realiza eventos de caridad por temporada, por ejemplo, acercándose el día de la infancia preparamos eventos para ayudar niños huérfanos, luego en el día de las madres, ayudamos a madres solteras, en el día del padre, a los padres veteranos del ejército, y así sucesivamente. Por ejemplo, ahora se acerca el día mundial contra el cáncer, ayudaremos a las personas que enfrentan está terrible enfermedad.
Evana sonrió.
—Me parece algo maravilloso, yo haré todo lo que esté en mis manos para ayudar a la gente que lo necesite.
—¡Cuánta hipocresía de tu propia voz, Evana Ford!
—¡Ya basta, Stella! No quiero más peleas, estoy agotada de todo esto.
—Vamos, Evana, sigamos la conversación en el jardín.
Evana fue con la mujer, cuando la puerta se abrió y Andrés Ford entró seguido de una joven mujer
Fátima lo miró, sus ojos se volvieron pequeños y afilados, como si escudriñara a su marido.
—¿Andrés? Está es… —Fátima parecía reconocer a la chica que estaba cabizbaja, luego la mano de Fátima fue a su pecho, impactada
—Fátima, déjame hablar.
—¡No lo puedo creer! ¡Es una desfachatez!
Las tres mujeres le miraban con gran intriga, sin entender lo que estaba pasando.
—¿Suegra? ¡¿Qué ocurre?!
—Su madre murió, Fátima, ella murió, y he traído a Sabrina a vivir aquí, no la dejaré desamparada, nunca más.
Fátima se acercó a él, lo miraba con gran decepción.
—¡¿Has traído a la hija de tu amante aquí!? ¡Has traído a tu bastarda ante mí!
—¡Basta, por favor! —exclamó Andrés con dureza—. He luchado con esto, todo el tiempo, pero no más. ¡Sabrina es una Ford y está también es su casa! Se queda y es mi última palabra.
—Si esta bastarda se queda, entonces, yo me voy.
—Entonces, ¡Vete! Acaba con todo, a estas alturas de la vida, ya nada me importa —el hombre tomó la mano de Sabrina y la llevó con él, mientras un empleado llevaba las maletas.
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