Al llegar a casa, escucharon esos gritos, Marcus se apuró a entrar, pronto vio a su madre Fátima peleando con Sabrina, la gritaba e insultaba de forma despiadada.
—¡Basta, madre! No permitiré que humilles a mi hermana, detente.
—¡¿Cómo te atreves, Marcus?! ¡Está zorra está embarazada de quien sabe quién!
—¡Porque lo dijiste, Evana?
Evana dio un paso atrás.
—¡¿Qué?! ¡Yo no lo dije!
—Fui yo —dijo Nicol—. Está zorra no merece ser una Ford.
Evana dio una fuerte bofetada a Nicol, quien la miró estupefacta, tocándose la mejilla adolorida.
Álvaro recién llegado, al lado de su abuelo, corrió a interponerse.
—¡¿Por qué has pegado a mi mujer?!
Marcus se puso ante él.
—Porque tu esposa es estúpida, y ofende a tu tía Sabrina.
—¿Tía? Esta bastarda no es nada mío. ¿Ahora que hizo?
—¡No Hables así de mi hija! —sentenció Andrés—. ¡¿Qué está pasando aquí?!
—Pasa que tu hijita de la cuál estás tan orgulloso, ¡Se embarazó!
Los ojos de Andrés se abrieron enormes.
Andrés miró a Sabrina, ella hundió la mirada
—Perdóname, padre.
—No tengo nada que perdonarte —luego miró a Fátima—. ¿Y qué si está embarazada o no? Si el padre del bebé no le responderá, tampoco importa, ella tiene aquí a dos hombres que le ayudarán a cuidar a su bebé y ser su figura paterna, tengo tanto dinero que a mi nieto no le faltará nada, así que basta ya, Fátima, no vuelvas a maltratar a mi hija.
—¡¿Permitirías que enlode nuestro apellido?!
—¿Es lo único que te importa?
—Es lo único que me queda.
Andrés la miró con repruebo.
—¡Qué tristeza que creas eso! Bien, no importa que tu apellido se enlode, yo sigo siendo un Ford, y lo que digan los demás, me tiene sin cuidado.
Andrés tomó la mano de su hija, la llevó al jardín.
—Vamos, Evana, no tenemos que más hablar con esta gente.
Ella subió con su esposo.
Fátima lo miró con repruebo, entró a su biblioteca, y Stella fue tras ella.
—Suegra, querida, como lamento este infortunio, pero mire lo que hace Don Andrés, él enloqueció, prefiere a esa bastarda, porque es hija de su amante, seguro la amo más que a usted
Los ojos de Fátima la miraron horror.
—¿Qué?
—No permita que esa bastarda y su hijo se queden con la herencia que usted tanto ayudó a construir, sería injusto que quedara en manos de ella, y, además, piense, esto sería un escándalo para la familia, usted no podrá soportarlo.
Fátima negó, llorosa.
—No sé que hacer.
—Puedo ayudarla, pídamelo y me encargaré de deshacernos del problema.
—¿Qué dices, mujer? No le haría daño a esa mujer.
—A ella no, pero si pierde el embarazo, podría acabarse ese problema, luego la casa con cualquier tipo, así la alejamos de aquí, Piénselo, nos quitaríamos el problema de encima.
Fátima la miró.
—Es una criatura inocente, no podría…
Piénselo, aún no se ha formado, aun ahora podremos resolver el problema, es habitual un aborto espontaneo.
—¡Yo no podría…!
—Pero, yo sí, si me lo permite, yo lo haré.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Soy la esposa del tío de mi ex