Stella estaba rabiosa al llegar al departamento, encontró a Nicol haciendo sus maletas.
—¡Enloqueciste, mujer! No puedes irte ahora, esperas un hijo de mi Álvaro, ¿no te das cuenta de que ese niño es la carta abierta para volver a los Ford?
—¡Su hijo me fue infiel, robó mis ahorros! Lo odio.
Stella le dio una fuerte bofetada.
Nicol la miró casi llorosa
—No digas estupideces, siempre supiste como era Álvaro, ¿Por qué se lo quitaste a tu hermanastra? ¿acaso solo querías fastidiar a Evana Monet? Bueno, ahora tienes lo que mereces, ¡Te aguantará, porque ese niño es mi nieto, él y David, nos ayudarán a abrir la puerta para volver a la mansión Ford! —exclamó
Nicol la miró con odio, tocó su mejilla que dolía, luego dejó de sujetar tan fuerte su maleta, porque supo que la mujer tenía razón, despues de todo ella no tenía a donde ir, ni tampoco dinero para escapar.
Álvaro estaba furioso, al llegar al estacionamiento del hotel, vio a Frida en su auto, a punto de arrancar, la mujer le miró con miedo,
Álvaro condujo tras ella, Frida no quería detenerse, conocía como era Álvaro cuando se enojaba, temía de él.
Miró a su hijo por el retrovisor, sintió miedo, tomó la cartera, condujo rápido, quería alejarse, huir, sabía que Álvaro quería desquitarse de ella.
Pero, Álvaro fuera de sí, furioso con esa mujer, aceleró hasta alcanzarla, iba casi detrás de su auto, la mujer aceleró, pero Álvaro se acercó a su lado, le hizo una señal por la ventanilla de que se detuviera, cuando no lo hizo, el hombre empujó su auto para asustarla.
Frida tuvo tanto miedo, que viró el volante a un lado, perdió el control, su auto viró.
Álvaro frenó en seco, sus ojos se abrieron enormes, asustados, pensó en el niño, era su hijo.
Dio la vuelta y se alejó manejando a toda prisa del lugar.
Álvaro llegó a casa, su madre notó como estaba, sus ojos lloraban
—¡Álvaro! ¿Qué pasa?
—Madre, hubo un accidente.
Stella lo miró tan pálido, y lo llevó al balcón, no quería que Nicol escuchara nada.
—Dime lo que pasó.
—Yo perseguía a Frida, quería gritarle, desquitarme por lo que hizo, pero… ¡el auto se volcó! Ella y él bebé…
—¡Álvaro!
—¡Murieron!
Stella lo abrazó, mientras Álvaro lloraba.
—¡Yo no fui, mamá! ¡No fue mi culpa!
Álvaro durmió con su madre, toda la noche tuvo pesadillas, asustado.
Al día siguiente.
Marcus y Evana llegaron a la playa, él preparó todo para un picnic, pronto llegaron Sabrina y Jonathan.
Mientras las mujeres disfrutaban del día, Marcus y Jonathan pusieron una carpa para protegerse del sol.
Luego trajeron bebidas y comida.
—Marcus, me alegro de que nos llevemos mejor.
Marcus sonrió.
—Mientras mi hermana sea feliz a tu lado, yo te trataré como un hermano más.
Jonathan sonrió.
—Sé que antes tuvimos un gran malentendido, no te mentiré, tu esposa es una mujer muy hermosa —los ojos de Marcus le miraron severos—. Pero, le tengo respeto, además, en Sabrina he encontrado todo lo que amo en una mujer soy feliz, y quiero hacerla feliz.
Marcus sonrió, le dio la mano.
—Me alegro por ti y por ella, Sabrina merece toda la felicidad del mundo.
Mientras Sabrina y Jonathan se quedaron un rato sentados en la arena, Evana y Marcus caminaron por la playa, luego él se detuvo.
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