Fátima corrió a la habitación, escondió el candelabro de pilar en su cajón, tenía mucho miedo, luego escuchó el grito de la empleada.
Fátima limpió sus lágrimas y al salir, lanzó un grito, fingiendo estupor.
—¡Andrés! ¡Dios mío! ¿Qué fue lo que pasó? —exclamó y bajó las escaleras.
La empleada ya llamaba a la ambulancia,
—No lo mueva, señora, ya viene la ambulancia.
Fátima asintió, asustada.
Pronto llegó la ambulancia, ella notó como Andrés se quejaba por el dolor, tuvo miedo, pudo ver cuando lo cargaron y lo subieron en la camilla, el hombre tenía ojos muy abiertos, la miraba entre la confusión y el dolor.
Fátima dijo que no iría con ellos, que los alcanzaría, luego llamó a Marcus.
En el hospital.
Marcus, Evana, Sabrina y Jonathan llegaron casi corriendo.
—¡¿Cómo está mi padre?!
—Está… ¡están atendiéndolos! —balbuceó
—¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo se cayó?
—No lo sé, Sabrina, de pronto, escuché a la empleada gritar, él estaba en el suelo, fue horrible, había sangre, creí que moriría, no puedo soportar si algo malo le pasa.
La mujer lloraba, incluso Evana que era más dura, sintió pesar por ella.
—Iré a ver si puedo obtener información de como está con algunos colegas —dijo Jonathan y fue hasta ahí.
Marcus estaba desesperado, caminando de un lado a otro, Evana lo seguía, él se detuvo y la miró asustado.
—Lo siento, es que tengo miedo.
Ella lo abrazó
—Estoy aquí, amor, siempre estaré contigo.
Él sonrió, besó su frente, y la abrazó también.
Jonathan fue con sus colegas.
—¿Cómo se encuentra mi suegro?
—El hombre está grave, parece que en la caída se lastimó el cráneo, tiene una lesión cerebral muy grave, si quieres la verdad, no creo que pase la noche.
—¡No me digas eso! Mi esposa está embarazada, esa noticia le sentará fatal.
—Debes prepararla para lo peor.
—¿Pueden verlo?
—Sí.
El doctor y Jonathan fueron con la familia.
—Su padre tiene una lesión cerebral que es grave, estamos viendo la posibilidad de inducirlo en coma para que su cerebro que está inflamado pueda sanar.
Marcus tenía el rostro blanco como una hoja, tragó saliva
—Hagan lo que sea por salvarlo.
—¿Puedo verlo? —preguntó Sabrina sollozando.
—Sí, pase usted primero, y posteriormente, pueden pasar los demás, de uno en uno, para no molestar al paciente.
Sabrina fue la primera en entrar, lo vio en la habitación, recostado en la camilla, parecía dormido, tocó su mano, lo miró con dolor.
—Papito, no puedes dejarme ahora, te necesito tanto.
Andrés abrió los ojos, ella sonrió, esperanzada.
—¡Papito!
Andrés se quitó la mascarilla, acarició su cara
—Hija… yo… tu mamá, donde… dónde…
Parecía decir incoherencias,
—No te canses, papito, mamá te ama donde quiera que esté siempre te amó, aún ahora te ama, eres el mejor papito del mundo, te amo.
Andrés cerró los ojos, la enfermera entró y Sabrina salió, caminó con lentitud, Jonathan la abrazó con fuerzas.
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