Soy la esposa del tío de mi ex romance Capítulo 89

Él acunó su rostro

—Evana, no creo en nada de eso, te confieso, estuve a punto de hacerlo, me arrepiento, porque ahora sé que todo era una trampa asquerosa de alguien que nos odia.

—¿Quién? —exclamó ella desesperada—. Dime, ¿Quién puede odiar tanto? ¿Álvaro?

—No tengo la certeza de que él esté involucrado, pero fue mi madre.

Los ojso de Evana estaba tan abiertos, no podía dar crédito a lo que él decía, claro que sabía que Fátima la odiaba, pero ¿A ese nivel de odio?

Bajó la mirada.

—¡Dios mío! ¿Cómo llegó a tanto?

—Y no llegará a nada más, está en la cárcel, pronto será condenada.

Evana abrió la boca con gran estupor.

—¡Marcus, tú harás eso! ¡Denunciarás a tu madre!

—Sí, esa mujer, Evana, ya no es mi madre, pasó su límite, eso no es amor, es una enfermedad, la quiero lejos de nuestra felicidad.

Evana asintió tan despacio, casi como si dudara.

Sabrina estaba frente a la cama de Jonathan, el doctor le dijo que la arritmia fue controlada, pero que estaría en observación.

—Si vuelve, debemos operar, por ahora lo mejor es que esté tranquilo, menos trabajo, una dieta sana, ejercicio de bajo impacto, muy vigilado, señora, esperemos que, con eso, logremos controlarlo.

Sabrina asintió, estaba nerviosa, el doctor salió y Jonathan abrió los ojos, se enderezó con un gesto de angustia, pero ella puso su mano en su hombro, lo recostó de nuevo.

—Calma, está bien, ahora todo está bien.

—¿Qué pasó? ¿Cómo estás…? ¿Nuestro bebé?

Ella sonrió.

—Está bien, nuestro hijo está bien, pronto serás dado de alta.

Él asintió.

—Yo no te engañé, amor, lo juro, sé que he sido un patán, pero cambié, por ti cambié.

Ella sonrió, asintió.

—Lo sé, perdóname por pensar lo peor de ti.

Él sonrió.

—Te amo, Sabrina, eres mi destino, todo lo que busqué esté en ti.

Días despues.

Evana sostenía al pequeño Andresito en sus brazos, sonreía al verlo, lo arrulló, y cantó una ligera canción de cuna.

Delia la miraba con ojos mordaces, se acercó a ella.

—Señora.

Evana dejó al niño en su corralito, dormía.

—¿Qué pasa?

—Sé que hoy es el juicio de la señora Fátima, quiero ofrecerle la oportunidad para hundir a esa mujer en las rejas.

Evana furnció el ceño.

—¿De qué hablas, mujer?

—Tengo una prueba que hundiría a esa señora a cadena perpetua, pero, para dársela, necesito mucho dinero.

Evana la miró impactada. Asintió, pensó rápido, esa mujer era peligrosa ante su mirada.

—Está bien, sin embargo, debo saber que es.

La mujer sacó su teléfono, le mostró el video, Evana casi cae al suelo, su mirada se volvió llorosa, la mujer la tomó de la mano, para impedir que cayera al suelo.

Evana vio que Sabrina y Jonathan llegaron, Evana estaba muy nerviosa, pero se controló a cómo podía, limpió sus lágrimas, tragó saliva; no quería involucrar a Jonathan o a Sabrina, tenían suficiente, un empleado ayudaba, pues Jonathan aún estaba débil.

—Hola, Evana, ¿Cómo está mi bebé?

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