Evana y Marcus recorrieron la playa, era un día perfecto, el sol era menos intenso.
—Tuve un sueño raro.
Él la miró con intriga.
—Cuéntame.
—Soñé que teníamos dos bebés, estaban en su cuna, pero también vi a mi madre en el sueño, ella decía que veía tras la ventana de la habitación sombras que acechaban, me desperté, tenía muchos años que no soñaba con mi madre, tengo miedo de si es una mala señal.
Marcus negó, tomó su mano entre la suya y la besó.
—No temas, nada malo pasará, estamos juntos, nadie podrá con nosotros, no olvides que nuestro amor es invencible.
Ella se abrazó a él.
—Luego de que nuestro bebé nazca, quiero planear nuestra boda, por la iglesia, quiero que estemos ante Dios, jurando por nuestro amor.
Él sonrió.
—Me encanta, quiero que juremos ante Dios, porque él sabe que te amo, que te adoro.
Ella se levantó y él la sentó en su regazo, escuchaban las olas del mar ir y venir, era un mar cálido, en calma.
Días después.
Evana fue hasta el hospital, comenzaron los análisis, Marcus fue con ella, se mantuvo a su lado en todo momento.
El doctor Redcliffe dijo que todo iba bien.
—Debemos esperar un poco pero pronto estará todo listo para comenzar la fecundación in vitro.
Al salir, estaban tan emocionados, sin darse cuenta de que alguien los miraba en ese lugar, era Álvaro que se escondía leyendo un periódico.
—Señor Álvaro Ford, ya lo espera el doctor Redcliffe.
El hombre sonrió.
Entró hasta el consultorio.
Tomó asiento.
—Señor Ford… —el doctor se quedó pensativo por un momento—. Atendí a alguien con su mismo apellido.
Álvaro sonrió.
—Ah, ¿Sí?
—¿Cuál es el motivo de su consulta? —exclamó el hombre.
Álvaro sonrió.
—Este es el motivo de mi consulta —dijo, mientras puso unas fotografías en el escritorio.
Los ojos del doctor eran enormes, se puso pálido como una hoja de papel, miró al hombre incrédulo; eran fotos de él, siendo infiel a su esposa con una joven mujer.
—¿Qué es esto? —dijo con una voz temblorosa.
—¿Sabe que va a pasar si esto cae en manos de su amada esposa? Sí, la perderás, seguro también a tu pobre bebé, que tanto luchaste por tener.
—¿Qué quiere? ¿Dinero? —exclamó
Álvaro sonrió, negó.
—Algo mejor que el dinero, Evana Ford no tendrá un hijo de Marcus Ford, porque tú vas a inseminarla con mi esperma.
EL hombre le miró impactado, sin poder creer lo que ese hombre decía.
—No puede atreverse a eso, es demasiado.
—Hay gente afuera que le dará esto a tu mujer, ¿ella tiene un embarazo de alto riesgo? Bueno, cuando lo sepa, seguro morirá, tu bebé también, ¿eso es lo que quieres?
El doctor hundió la mirada, negó.
—Entonces, ¿Lo harás?
El hombre no lo miró, asintió.
Álvaro sonrió, se fue de ahí.
El tiempo pasó con rapidez.
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