Por mucho que buscara, Emma no pudo encontrar su móvil que había puesto a su lado y se puso aún más asustada.
«¡¿Dónde está mi móvil?!»
—¿Alina? ¿Eres tú? No intentes asustarme —Emma dijo en voz temblorosa.
De repente, tras un chasquido, se encendió la luz y toda la habitación se quedó iluminada.
Y fue en este momento en que Emma se dio cuenta de que estaba acostada en el suelo de baldosas en vez del lecho de la sala del hospital.
«¡¿Dónde estoy?! ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué pasó?»
—¿Todavía recuerdas este lugar? —sonó la voz indiferente de Alina.
Emma levantó la vista y vio que Alina estaba sentada en el sofá, con una copa de vino en la mano, y se veía muy bella y peligrosa.
Tras una observación rápida, Emma supo que aquí era la habitación de Alina.
Emma y Alina habían pasado muchos momentos felices en esta habitación. Los fines de semana, mientras la madre de Emma trabajaba, haciendo las tareas domésticas, ella y Alina jugaban en la habitación y dormían juntas en la cama si estaban cansadas.
«Estaba en la sala del hospital. ¡¿Por qué desperté en la habitación de Alina?!»
Emma no sabía qué había pasado.
—¿Cómo me llevaste aquí? —preguntó Emma, temblando de miedo.
Alina dijo a la ligera:
—Emma, esta es la diferencia entre nosotros.
—¡¿Qué quieres decir?! —dijo Emma.
Ella nunca había admitido ser inferior a Alina, por lo tanto, al oír las palabras de esa última, se puso agitada y quiso levantarse para refutar.
Sin embargo, no lo pudo hacer. Ni siquiera pudo ponerse de pie y mucho menos discutir.
Viéndola luchar por levantarse, Alina echó a reírse de forma irónica y dijo:
—Mira, la brecha entre nosotros es cada vez mayor.
Al ver que Alina no dejaba de repetir lo grande que era la diferencia de ellas, Emma no pudo más e interrogó con algo de furia:
—¡¿Por qué me humillas de esta manera?!
Al oír las palabras de esta, Alina soltó una risita burlona y luego le salpicó toda la copa de vino en la cara de Emma.
La fría del vino tinto le dejó sobresaltada a Emma y una humillación densa le invadió a ella.
¡Esa sensación humillada, que la había perseguido y atormentado tanto a Emma, le volvió a surgir! Emma había tenido una vida acomodada al lado de Caleb a lo largo de los años en ausencia de Alina. En ese tiempo, quien la viera tenía dirigirse a ella con respeto y ella se sentía muy orgullosa. Sin embargo, desde que Alina regresó, todo cambió: Caleb dejó de tratarla con tanto cariño y los criados no la respetaron tanto como antes. Emma empezó a temer inexplicablemente perder los privilegios que tanto le habían costado conseguir, como si volviera a ser esa chica inferior y perturbada.
«Alina, toda la culpa es tuya. ¡Todo lo que he sufrido es por tu culpa! Por tu culpa, Caleb me trata con frialdad y los criados no me respetan como antes. Alina, ¡te odio hasta la médula!»
Con esto en la mente, Emma la miró a los ojos a Alina y dijo ferozmente, palabra por palabra:
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