Te Quiero Como Eres romance Capítulo 242

Carlos habló lentamente:

—No me arrepentiré de todas las decisiones que he tomado. No te obligo contármelo hoy, pero tarde o temprano voy a saberlo, pase lo que pase y cuando sepa la verdad, puedes estar seguros de que no me separaré de Micaela ni la lastimaré y mucho menos permitiré que se lastime a sí misma. Entonces, ¿todavía no me lo vas a decir?

Carlos ya había mencionado la mayoría parte de sus preocupaciones, pero ella todavía no tuvo el coraje de contárselo...

Carlos continuó:

—Micaela y yo necesitamos cruzar ese obstáculo, siento mucho que te ignoré tus pensamientos antes, por ahora no te molestaré más hasta el día que me quiere contar con tu propia voluntad.

Su sincera disculpa hizo que el corazón de Alba se conmoviera, sin decir nada, se desplazó su mirara hacia otro lado, caminó hasta la cama y miró de nuevo a Micaela, su corazón volvió a doler por recordar en ese momento que ella sufría muchos dolores y se puso histérica, así que decidió esperar hasta el día que Micaela fuere lo suficientemente fuerte como para ignorar el pasado...

Alba se dio la vuelta y dijo con calma de siempre:

—Como no puedo hacer nada aquí, así que ya me voy, volveré mañana.

Carlos asintió, de repente recordó algo y dijo:

—Micaela dijo que en el momento en que ocurrió el accidente de auto, pensó en dos personas y una de ellas eras tú.

Alba se quedó un poco emocionada, lo que acabó de decir él significaría que ella también era la persona más importante para Micaela.

«¿Por qué no me habló de forma más directa?»

Gracias a esas palabras, el ánimo de Alba se mejoró bastante y dijo:

—Me lo imaginaba, mi existencia es lo esencial para ella, en cambio, si no te esfuerces, podría ser reemplazado por otra persona.

Carlos no dijo nada, solo le mostró una sonrisa de certidumbre, porque tenía absoluta confianza en Micaela.

Ernesto se acercó, tomó el brazo de Alba diciendo:

—Ya vámonos, sabes que no tenemos nada que hacer aquí, te llevaré de regreso, además, Carlos y Micaela han formado vínculos fuertes, así que no te preocupes por eso.

Entonces cerraron la puerta y se fueron.

La habitación volvió a su momento tranquilo.

Carlos regresó a la cama y vio que quedaba muy poco la inyección, entonces presionó el timbre. La enfermera entró rápidamente y cambió otra inyección, esta vez, no se atrevió a molestarlo como la vez pasada, así que cuando terminó todo, se retiró sin ninguna demora.

Carlos se acostó en la cama y abarcó gentilmente a Micaela.

Micaela parecía más segura en sus brazos, se relajaron en seguida las cejas que estaban fruncidas.

Carlos inmediatamente sintió que había tomado la decisión correcta.

En un principio quería que Alba se quedara a cuidar a ella y él iba a interrogar al asesino durante la noche, pero al ver la frágil apariencia de Micaela, se sentía pena dejarla.

Su rostro estaba mucho más rosado que antes y sus respiraciones eran ligeras, sus largas pestañas proyectaban una sombra debajo de sus ojos.

Carlos tenía muchos trabajos que hacer últimamente, así que le envió un mensaje a Tomás:

—Ven a Teladia.

Luego dejó el celular y cerró los ojos.

Desde el momento en que supo que ella había tenido un accidente automovilístico, siempre estaba tenso de los nervios, y ahora que ya la sostenía en sus brazos, por fin pudo estar calmado...

En menos de dos horas después, Carlos abrió los ojos, su primera reacción fue mirar la inyección, efectivamente, no quedaba mucho. Miró a la persona en sus brazos y vio que estaba frunciendo el entrecejo, tenía una expresión que parecía dolorosa, además había sudores en el frente...

—Querida...

Micaela aún manteniendo los ojos cerrados y gritó por dolor:

—No, me duele...

Carlos se sobresaltó y rápidamente se incorporó, al mismo tiempo empezó a revisar los hombres y los brazos de Micaela a ver si pudiera encontrar algunas heridas que no fueron descubiertos durante la inspección, luego preguntó con ansiedad:

—¿Querida, te duele alguna parte? Diciendo eso, rápidamente presionó el botón al lado de la cama.

Entre sueños, Micaela abrió los ojos y dijo inconscientemente:

—No me muerdas, me duele...

¿Morderla?

Carlos respiró aliviado, frotaba su cabeza y preguntó:

—¿Tuviste un sueño?

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