Alba miró a Ernesto con los ojos muy bien abiertos y preguntó sorprendida:
—¡¿Tú sabes que...?!
Alba se atragantó sin terminar la frase.
«Ya que le he compartido mi mayor secreto con él, yo debería confiar mucho en él y amarlo mucho. ¿Pero de qué sirve? De todos modos, he perdido todos los recuerdos sobre él...»
Tras un buen rato, ella volvió a preguntar:
—¿No te importa?
«¿No te importa que me guste tu mejor amigo?»
Ernesto miró al frente y contestó:
—Alba, ya no sientes nada por Carlos después de estar conmigo. Solo cuando me olvidas, tus sentimientos amorosos por él volverán. ¿A lo mejor pones equivocadamente tus sentimientos por mí en él?
Alba asintió ligeramente con la cabeza. Miró a Ernesto que conducía y no pudo evitar reírse por lo bajo al vislumbrar entre la penumbra la vaga marca de la bofetada en su mejilla.
Ernesto se lo notó y dijo fingiendo enfadarse:
—¿De qué te ríes? ¡Esto es obra tuya!
Alba, sin intención de disculparse, se defendió tercamente:
—Todo es de la culpa tuya. ¿No eres tú quien se ha acercado a acosarme a mí de repente? Todo lo que he hecho solo es mi reflejo condicionado.
Ernesto se concentró en la conducción, y no pudo evitar esbozar una sonrisa feliz en los labios al evocar algunos recuerdos remotos.
—La primera vez que nos conocimos oficialmente, me diste una bofetada, y la segunda vez que nos vimos, me volviste a dar una bofetada, y al final me fui a trabajar con dos marcas de bofetadas en las mejillas, lo cual que provocó mucha sensación en la empresa. Y en los días de después, me golpeabas o me amenazabas con sacarme los dientes cuando estabas del mal humor... —Ernesto le contó a Alba lo que había pasado con mucha entusiasmo.
Al ver que el hombre conocía tan bien sus propios «vicios», Alba se quedó un poco avergonzado y tosió en seco unas cuantas veces.
—Ese es mi estilo. Si no te gusta, ahora puedes...
Ernesto, con la mirada fija al frente, y la interrumpió con voz firme:
—Me gusta tu temperamento, y me gusta mucho. ¿Qué importa que me hayas olvidado? No tengas tanta cargas mentales. Te pretenderé otra vez y te dejaré sentir mis profundos amores a ti con medidas prácticas.
Alba desvió la mirada, un poco conmovida, y, tras un rato, preguntó:
—¿Por qué te di una bofetada la primera vez que te vi?
Ernesto arqueó ligeramente las cejas y, tras un momento de deliberación, dijo la verdad:
—Porque te besé sin tu permiso previo.
Alba puso cara de desprecio, pensando que este tipo era realmente un cabrón, y preguntó:
—¿Y la segunda vez?
Ernesto tosió secamente y contestó:
—Volví a besarte.
Alba hizo una mueca y dijo desdeñosamente:
—¿Por qué estoy enamorada de un pícaro tan descarado como tú?
Ernesto refutó con un poco disgusto:
—¿Me llamas por pícaro descarado? Pero antes me dijiste que querías entregarte a mí y querías dar a luz a muchos hijos para mí
Alba se quedó tan asombrada que casi se ahogó por su propia saliva.
«¡¿Qué?! ¡¿Qué tipo de relación amorosa tengo yo?!»
—¡Me mientes! —Alba gritó y se negó a admitir.
—No estoy mintiendo. Puedes preguntarle a Micaela si no me crees.
«¿Qué? ¿Incluso Mica sabe esto? Ay, ¡qué vergonzoso!»
Alba se quedó muy avergonzada y se apresuró a cambiar de tema. Pensando en lo que acababa de decir, ella se apresuró a preguntar:
—¿Qué quieres decir cuando dijiste que nos conocimos «formalmente» por primera vez?
—¿Qué quieres comer?
—¿Sabes cocinar?
Ernesto se detuvo y se dio la vuelta para mirar a Alba, quien a su vez lo miraba con expresión de sospecha.
«Je, parece que esta mujer se olvidó completamente de todo sobre mí.»
Ernesto se dio la vuelta y de un tirón la inmovilizó contra la pared, con su rostro apuesto muy cercano al suyo.
—Yo, tu novio, soy el mejor del mundo y soy bueno en casi todos los aspectos: lavarte la ropa, cocinar para ti, ganar dinero para mantenerte, entre otras cosas. Además, conozco muy bien todas tus preferencias. Incluso se puede decir que te conozco mejor que nadie. Olvida a ese Miguel, porque tu marido solo puede ser yo. No te preocupes, si yo pude sacarte de tu obsesión con Carlos una vez, puedo hacerlo innumerables veces.
Ante las palabras de este, el pulso se le aceleró violentamente a Alba. Ella estaba bastante segura de que lo que dijo el hombre era probablemente cierto, aunque todo parecía loco y exagerado.
Mirándolo a los ojos profundos, Alba pensó en su mirada cariñosa y ardiente cuando él la había inmovilizado en el campo deportivo besándola y tuvo que admitir que por un momento se había quedado atraída por este hombre dominante.
—Entonces, ¿hasta dónde me conoces?
Ernesto se inclinó hacia ella y le susurró al oído:
—Incluso he explorado tu parte más íntima. Además, sé que te gusta... ¡Ah!
Ernesto se inclinó y se cubrió con las manos su estómago.
Alba retiró el puño, le dio una patada más y maldijo en voz enfadada:
—¡Sinvergüenza!
Tras decir esto, eligió una habitación al azar, entró corriendo, y luego cerró la puerta pesadamente.
Ernesto se enderezó la cintura y esbozó una sonrisa pícara.
«Entre tantas habitaciones, eligió nuestro dormitorio principal. Cariño, ¡qué buena opción has hecho!»
Con eso en la mente, se dio la vuelta y fue a la cocina.
Ahora Ernesto ya no se sentía tan alarmado por haber sido olvidado por ella, porque se creía ser capaz de hacerla enamorarse de él mismo de nuevo.

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