El sonido del vaso al romperse fue tan claro que Micaela, Alba y la madre de Olivia se quedaron congeladas por un momento. Tras de volverse en sí, la madre la consoló a su hija:
—Niña, no pasa nada. Déjame limpiar los pedazos rotos.
Con eso, se dio la vuelta para la escoba.
Olivia se agachó inconscientemente para alcanzar el vaso roto.
Micaela la detuvo y le dijo:
—Olivia, no toques...
Pero ya era demasiado tarde.
—¡Ah! —Olivia exclamó y retiró rápidamente su mano.
Al instante, se vio que la sangre brotaba de la yema de su dedo.
Micaela levantó a Olivia y se la llevó a un lugar limpio sin pedazos rotos de cristal. Y Alba le limpió la sangre de la yema con un pañuelo, examinó de cerca la herida y dijo aliviada:
—Por suerte el corte no es muy profundo.
Micaela sacó unas toallas de papel para limpiar la leche derramada en el vestido de novia de Olivia.
La madre de Olivia se acercó con la fregona y limpió las baldosas manchadas de leche y sangre. Después, refunfuñó:
—Vas a ser esposa de Leonardo pronto, pero sigues siendo tan inmadura e inquieta, como una niña.
Olivia miró la leche derramada y los cristales rotos en el suelo y sintió algo de preocupación.
El vaso se rompió, y su dedo sangró, lo que no era una buena señal.
Micaela notó la preocupación en la cara de Olivia y se apresuró a decir:
—Olivia, no te lo pienses demasiado. Solo es un puro accidente.
Alba añadió a un lado para tranquilizarla:
—Todos somos personas educadas, dotadas de conocimientos científicos. Olivia, no seas supersticiosa.
La madre de la novia se quedó pasmada y mostró algo de inquietud en el rostro.
«En día tan feliz, ¿está bien que haya ocurrido algo así?»
Tras dudar un rato, se adelantó para calmar a su hija, así como a sí misma:
—Alba y Micaela tienen razón. Solo es un vaso roto. No importa, y voy a traerte otro vaso de leche.
Olivia reprimió el malestar en el interior y asintió con la cabeza.
Al cabo de media hora, llegó la flota de automóviles de Leonardo. Unas docenas de limusinas se aparcaban en pompa afuera de la casa de Olivia, lo cual que era algo sin precedentes en el pequeño pueblo natal de Olivia.
Olivia se sintió ligeramente aliviada al escuchar la música alegre y el sonido de los petardos en el exterior.
Alba y Micaela se contagiaron del ambiente festivo y se pusieron muy emocionadas.
Alba, quien siempre era muy divertida, había planeado un espectáculo especial. Inmediatamente, fue a traer al primito de Olivia, que llevaba un vestido de novia, le puso un pañuelo de cabeza que podía cubrirle la cara y lo dejó sentarse en la cama de Olivia.
¡Caramba! Resultó que Alba quería que el primo de Olivia se disfrazara de la novia con el fin de gastarle bromas endiabladas a Leonardo.
Al ver esto, Olivia y Micaela sintieron que tal «espectáculo» era un poco ridículo, pero al mismo tiempo querían expectantemente ver cómo el novio reaccionaría al descubrir que su «novia» era un chaval.
—Bueno, Olivia, tú y Mica vayan a esperar en la habitación de al lado y yo estoy aquí para tomar el control de la situación para ti.
Micaela se fue sonriendo a la habitación contigua con Olivia.
En unos momentos, el novio y los dos padrinos, junto con muchos parientes, subieron al piso.
Leonardo intentó empujar la puerta para entrar, la encontró cerrada e inmediatamente sacó un paquete de regalos que había preparado para «sobornar» a las damas de honor. Inesperadamente, Alba respondió en el interior de la puerta:
—No hacen falta los regalos. Señor novio, por favor, contesta a mis preguntas cuidadosamente preparadas. ¡Quiero ver hasta donde conoces a Olivia y decidiré si abro la puerta dependiendo de tus respuestas!
Ernesto no pudo evitar dibujar una sonrisa en los labios al ver que su propia novia era tan traviesa.
Alba le lanzó unas cuantas preguntas seguidas a Leonardo, desde la altura, las medidas, las aficiones de Olivia hasta sus notas para los exámenes de acceso a la universidad, lo que puso a Leonardo en una situación bastante difícil.
Los presentes estallaron en carcajadas varias veces.
Ernesto se rio por lo bajo al ver que Leonardo buscaba respuestas, rascándose la cabeza con una expresión avergonzada.
«¡Ja, ja, ja, ja, mi novia es tan simpática y lista!»
Finalmente, tras más o menos diez preguntas, la puerta se abrió.
Carlos examinó la sala nada más entrar, pero no vio a su Mica. Y al ver a la «novia» sentada en la cama en una habitación, frunció ligeramente el ceño y se dirigió afuera.
En la habitación de al lado, Olivia estaba sentada con las piernas cruzadas en la cama, junta con Micaela, escuchando curiosamente lo que estaba pasando fuera de la puerta.
—Micaela, sal a echar un vistazo. Deberá ser bastante divertido.
¡Caramba!
Ernesto casi soltó groserías cuando vio que la «novia» era un chico. Luego miró a Alba con admiración.
«Alba, ¡eres muy buena en hacer bromas pesadas!»
El primo menor de Olivia, al ver que el cuñado se le acercaba a él con los ojos cerrados, puso una cara impotente mientras se inclinaba inconscientemente hacia atrás y tenía los ojos bien cerrados.
Todos los que estaban alrededor se reían por lo bajo y sostenían sus teléfonos, grabando videos.
Justo cuando Leonardo estaba a punto de tocar a la supuesta novia, intuyó que algo no iba bien y que el olor que tenía delante no era el de Olivia.
Él abrió los ojos bruscamente y dio un gran paso atrás, horrorizado al ver que la novia que tenía adelante era un jovencito.
Todos los presentes estallaron en carcajadas.
Alba asintió satisfecha y dijo:
—Muy bien. Leonardo, no te equivocas de persona. ¡Ahora ya puedes ir a la habitación del lado a buscar a Olivia!
Leonardo se sintió enfadado y divertido a la vez por casi haber besado a un chaval.
Mirando a Alba y luego a Ernesto, les advirtió:
—Ernesto, cuando te cases con Alba, ¡verás lo que te haré!
Ernesto se adelantó, estrechó a Alba en sus brazos y dijo sonriendo:
—Ja, ja, puedes hacernos lo que quieras.
Leonardo se giró hacia la puerta de al lado y la empujó para entrar. Micaela estaba de pie al borde de la cama, y la novia estaba sentada moderadamente en la cama. Leonardo se acercó cautelosamente. Aunque la figura se parecía a la de Olivia y se podía ver vagamente su cara bajo el velo, Leonardo aun así levantó con cuidado el pañuelo de cabeza de la novia para confirmar. Hasta que vio que la persona bajo el velo no era otra más que su Olivia, entonces se sintió aliviado.
—Cariño, te he encontrado.
Olivia le miró sonriendo. Leonardo estaba guapo y digno con su traje de novio y la felicidad estaba a punto de inundarla, pero de repente la inquietud de haber roto el vaso volvió a invadirla.
Leonardo, con una sonrisa en los labios, se arrodilló, le puso los zapatos a Olivia, la abrazó, se dio la vuelta y salió y bajó las escaleras.
Olivia le rodeó el cuello con los brazos y miró a Leonardo, que estaba tan cerca, con una sonrisa feliz en la cara y la abrazaba firmemente.
Olivia respiró hondo y reprimió la inquietud en el interior.
«Debo haberlo pensado demasiado. Hoy es el día más feliz de mi vida y no es nada romper un simple vaso.»

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