Evan, camino con ella, por la mansión de sus padres a paso lento, dejando que apreciara la arquitectura del lugar y, al mismo tiempo, tratando de controlarse. Empezaba a sentirse ansioso ahora que ambos volverían a estar a solas, deseaba tocarla, tenerla cerca y no solo como un simple deseo sexual, iba mucho más allá.
No había explicación aparente para que él sintiera esos nervios. No era la primera vez que caminaba de la mano de una chica, pero si era la primera que la llevaba a casa de sus padres y era una mujer con la que pretendía pasar más de una noche.
— ¿No se te ocurrió algo más que meternos en la habitación, que pensaran tus padres de que los visitemos y nos encerramos tan pronto?— preguntó cuando ya nadie los escuchaba, sintiendo que su corazón se aceleraba solo con pensar en estar de nuevo con él a solas y es que empezaba a sentirse nerviosa de nuevo.
—Pensarán que estamos muy enamorados ¿Por qué? ¿Acaso no te gusta la idea de estar a solas conmigo?— le preguntó sonriéndole. Parando justamente con ella frente a la puerta de la habitación que compartían — dime Lia, ¿Acaso me ves como el lobo del cuento de la Caperucita? Estarías muy sexy con una capa roja.
Ella sonrió ante esa visión, más bien sería capaz de verlo como un vampiro ansioso de la sangre de jovencitas incautas e indefensas que de un lobo, era demasiado guapo, una belleza casi angelical o infernal, o ambas a la vez, justo como imaginaba a los vampiros. No tan rudo y ejercitado como se imaginaba a los lobos, gentil y seductor en sus movimientos, si definitivamente ese hombre de ser un ser sobrenatural, sería un vampiro, uno muy sanguinario y letal.
— No, te veo como algo más peligroso todavía —se humedeció los labios levemente en un gesto involuntario de lo que deseaba, al sentirlo tan cerca, ser besada, aunque a la vez ese deseo la ponía nerviosa porque tras los besos, venían más cosas.
Apoyó la mano en el pomo de la puerta y la abrió para escabullirse en el interior de la estancia. Sabía que se estaba metiendo en una trampa, porque una vez dentro le sería mucho más difícil escabullirse, pero era el único lugar hacia donde era capaz de ir sin tener que apartarlo, tocarlo y perder la cordura por su cercanía.
Una vez dentro se maravilló con la decoración todavía más de lo que se había maravillado con el resto de la casa, al menos el resto de la casa que había visto.
— Vaya, parece una habitación de esas de época.
Y es que en el interior parecía más bien la habitación de un príncipe antiguo, una cama con doseles verdes, un tono oscuro, verde esmeralda para ser exactos, con ribetes plateados, le recordaba a los colores de ciertas serpientes en ciertos libros de fantasía muy famosos.
Sonrió por su ocurrencia, porque ese hombre encajaba perfectamente en el tipo de persona que definirían las serpientes de esa escuela mágica.
—Sé lo que estás pensando y te aseguro que es por eso que mi habitación luce de esta manera — Mencionó, Evan parándose detrás de ella, así poder hablarle al oído antes de envolverla entre sus brazos y dejarle un par de besos en el cuello.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Un amor XL para el CEO