La familia de Evan era muy agradable y a pesar de que él y Marjorie se respetaban, se podían sentir cierta tensión entre ellos de vez en cuando. Alguna palabra que no encajaba en la conversación del todo, a veces ciertas miradas que duraban un poco más de la cuenta, pero no en el buen sentido, no de complicidad o administración, más bien con cierto desprecio o reproche. En realidad esa tensión llegaba más por parte de Evan, él no parecía aceptarla del todo y eso que ella era muy dulce al dirigirse a él, quizá demasiado comprensiva, pasando por alto cualquier desplante que su hijastro le hiciera sin apenas hacerle caso.
Por otro lado, estaba el pequeño Ian, quién ponía un toque gracioso a la velada, se veía un niño feliz e inteligente, con ocurrencias muy divertidas que amenazaban la velada para todos y hacían sonreír a Lia la mayoría del tiempo, era como un mini Evan mucho más extrovertido sacando sus dotes de seducción innatas al saberse el centro de atención.
Por último, estaba el padre de Evan, quién de forma discreta parecía observar su interacción como pareja, entre incrédulo y sorprendido, fascinado por ver cómo su hijo se dirigía a su nueva novia, no recordaba haberlo visto atento a ninguna chica, ni siquiera alguna que hubiera llevado de acompañante a alguna fiesta oficial de la empresa, pero sobre todo lo observaba algo incrédulo por la novia que había elegido.
Y no es que al padre de Evan no le pareciera una mujer hermosa, sin duda lo era, perfecta porque todas las mujeres lo son a su manera, pero su hijo había intentado humillar tantas veces a su esposa precisamente por su aspecto físico y le había dicho tantas veces a él que cómo había cambiado una mujer tan hermosa como su madre, por Marjorie que había algo en todo aquello que hacía que se resistiera a creer en esa relación y buscara donde estaba la trampa.
— Bueno Lia, aparte de ser una buena programadora con grandes ideas ¿Qué más hay de ti? Cuéntanos un poquito de tus padres ¿Dónde te criaste, como es tu familia?— preguntó el hombre en un intento de saber más de ella, conocerla un poco mejor.
La chica se tensó visiblemente y bebió un sorbo de su copa de vino, era un tema muy delicado para ella, algo de lo que todavía le costaba hablar a pesar de que habían pasado más de 10 años de aquello. Cada vez que tocaba ese tema no podía evitar que las escenas de aquella noche se repitiera en su cabeza, así que había decidido dejar de hablar de ello, ni siquiera con psicólogos, como si jamás hubiera ocurrido.
— Bueno, mis padres fallecieron en un accidente de tráfico cuando yo tenía 12 años— explicó la versión que solía darle a todo el mundo bajando levemente la mirada, ya que era una nefasta mentirosa y siempre que lo hacía le daba la sensación de que podrían descubrirla solo con verle la cara.
No le gustaba mirar a nadie a los ojos cuando hablaba de aquello, sobre todo porque no contaba jamás la verdad, odiaba ver cómo la compadecían por lo ocurrido, en ocasiones incluso le preguntaban sobre los detalles escabrosos del suceso, nadie preguntaba más cuando les decías que había sido un accidente de tráfico.
— Oh, vaya, cuánto lo siento, debió ser muy trágico a tan corta edad ¿Y no tienes más familia?
— Si claro — explicó ella levantando la vista para ver al hombre a los ojos, ahora al decir la verdad ya podía volver a observarlo sin miedo. — tengo a mis tíos, ellos me acogieron y a mi primo Charlie, es el hermano que nunca tuve, de hecho seguimos viviendo juntos, con él comparto apartamento.
Evan pudo notar la incomodidad de Lía y no le gustó, tenía una extraña necesidad de protegerla, por alguna razón odiaba que alguien la hiciera sentir incómoda.

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