UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 179

Resumo de Capítulo 0179: UN BEBÉ PARA NAVIDAD

Resumo do capítulo Capítulo 0179 do livro UN BEBÉ PARA NAVIDAD de Day Torres

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Seis meses después.

—Thorcitooooooooo —gritó Andrea y un segundo después Zack derrapaba frente a ella.

—¿Ya vienen? —preguntó mirando a su esposa con aquellos ojitos del gato de de Shreck.

—Sí —respondió ella entre suspiros—. ¡Ya se cansaron de patearse entre ellos y ahora me están pateando a mí!

—Entonces es hora de ir al hospital —exclamó Zack con una mezcla de emoción y miedo en la cara.

Sin perder más tiempo fue rápido para preparar lo necesario para llevar a su esposa al hospital para recibir a los bebés. La ayudó con la maleta, le abrió la puerta del auto y puso su mano sobre el hombro de Andrea para darle coraje. Mientras conducían al hospital ella tomaba respiraciones profundas para mantenerse calmada, pero Zack podía notar que sus ojos siguen siendo llenos de emoción por los bebés que van a nacer.

En el camino, Zack recordaba todos los meses de embarazo llenos de felicidad. Desde lo más pequeño y tierno, como adivinar el sexo de los bebés cuando Andrea estuvo en la ecografía; hasta aquellas noches en las que ayudaba a Adriana a curiosear sobre la pancita de su mamá, dándole masajitos.

Cuando llegaron al hospital los llevaron directamente a la sala de parto. Él se sentía un poco nervioso, pero mantuvo su entereza por Andrea.

—¿Estás lista para ver a nuestros bebés? —preguntó Zack con una sonrisa.

—¿Estás lista para que te fracture los dedos?

—¡Sí, mi amor, estoy listo! —respondió él con un suspiro ansioso.

Ellos sabían que estarían ahí el uno para el otro y que estaban listos para lo que venía.

Una vez en la sala de parto, el verdadero trabajo comenzó. La mayor parte del tiempo fue doloroso para Andrea, pero esa sensación se hizo menos cuando escuchó el sonido de dos hermosas voces llorando. Después de varias horas de un parto difícil, Andrea finalmente dio a luz a sus hijos, los dos varoncitos, gemelos idénticos. Zack estaba más orgulloso de lo que jamás había imaginado. Él y Andrea miraron con amor a sus bebés y se abrazaron el uno al otro. Sus hijos eran ​hermosos y saludables.

—¡Me voy a morir de amor! —exclamó Zack observándolos, coloraditos y chillones.

La cara de Andrea se iluminó cuando sostuvo a sus hijos en sus brazos por primera vez. Zack no podía creer lo lindos que eran los bebés y estaba tan orgulloso de su mujer por el trabajo valiente que había hecho para traerlos al mundo.

—¡Los amo tanto! —dijo Zack mientras se inclinaba para besar a su esposa en la frente.

Todos sus días de espera habían valido la pena porque ahora tenía los regalos más maravillosos del mundo: sus hijos.

—Ya solo nos falta uno —le dijo con un guiño coqueto—. ¿Cuándo lo hacemos?

Andrea lo amenazó con la mirada y Zack la besó en los labios para persuadirla de que no lo mandara de nuevo al sofá.

Cuando se los llevaron a la salita de recuperación, Zack salió para darle la increíble noticia a la familia.

—¡Soooooon varoncitos! —exclamó y todos se alegraron al escuchar que los bebés eran niños.

Los tíos, los abuelos y todos los demás querían entrar inmediatamente para ver a los nuevos miembros de la familia.

Fue un momento mágico, lleno de emoción y amor. Zack sabía que su vida nunca sería la misma ahora con sus tres nenes que cuidar, pero él estaba listo para el reto.

—¿Ya tienen nombres? —preguntó Luana derretida por sus nuevos nietos.

—Sí, este es Niko y este es Elías —respondió Zack y todos se les quedaron mirando.

La pulsera de oro blanco estaba incrustada en diamantes y tenía una frase diminuta escrita por dentro:

"Espero que sigas siendo mi primer y último café".

Andrea arrugó el ceño sin comprender y Zack sonrió mientras se la ponía en la muñeca.

—Cuando me pediste que te entrenara para ser representante... me compraste un café con las últimas monedas que tenías —le dijo.

Los ojos de Andrea se humedecieron al recordar aquella época tan dura de su vida.

—No llegué a comprarlo, el chico de la cafetería me lo regaló —murmuró ella—. Pero ¿cómo sabes...? —se quedó en silencio por un momento y luego comprendió—. No me lo regaló, ¿verdad? Tú lo pagaste.

Zack sonrió.

—En ese momento, como ahora, habría hecho lo que fuera por ti. Te amo, Pastelito.

Ella le rodeó el cuello con los brazos y lo acercó para darle un beso profundo y lleno de amor.

—Te amo, Thorcito.

Querida lectora: Esto no ha terminado. En el siguiente capitulo comienza la historia de Loan y su diablesa pelirroja, no te la pierdas. ¡Nos vemos!

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