UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 368

Chiara se quedó mirando con incredulidad el mapa. Ella había estado tan cerca de él durante días y ni siquiera lo había notado.

Todo aquello tenía sentido, pro le desagradaba encontrárselo. ¿Por qué Heston la estaba vigilando? ¿Para amenazarla? ¿Para chantajearla? ¿Para secuestrarla?

Jhon vio su preocupación y su incomodidad.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó suavemente.

Aquellas palabras parecieron sacarla de sus pensamientos. Chiara le miró fijamente y negó con la cabeza.

—No —respondió—. Solo estoy tratando de entenderlo todo, pero creo que es imposible. Heston necesita dinero y no gana nada con vigilarme. No soy material de chantaje, porque me da lo mismo lo que la prensa opine de mí. Así que a menos que me secuestre... —Chiara respiró profundo y apagó la tableta—. Gracias por advertirme, Jhon. Yo me ocuparé desde aquí, voy a estar alerta, y posiblemente contrataré a un guardaespaldas para estar más tranquila. Pero de verdad gracias por advertirme.

Jhon asintió mientras ella se acurrucaba contra su costado en aquella banca.

—Creí que te molestaría la intromisión.

—La verdad no me molesta —murmuró ella con seguridad—. La omisión hace más daño. Siempre que me hables con la verdad, no tienes que preocuparte por nada, te lo aseguro.

Jhon se relajó al escuchar aquello, pero aunque se sentía aliviado porque Chiara iba a estar alerta, eso no sirvió de nada cuando en la mañana la llevó al aeropuerto y la vio subirse en aquel avión.

—¡Chiara, espera! —la alcanzó a media escalerilla y le dio una tarjeta—. Otra intromisión más, pero este es el número de un amigo cercano de la policía de Zúrich. Tiene instrucciones de responderte de inmediato, por favor si cualquier cosa pasa, contáctalo, es como si me hablaras a mí.

Chiara se prendió de su gabardina y tiró de ella para darle un beso suave en los labios.

—¡Soy Chiara Keller, soy la novia de Jhon! —gritó apurada—. ¡Hay alguien en mi casa! ¡Hay alguien...!

"Señora Keller ¿dónde está?" le preguntó la voz de un hombre mientras respiraba pesadamente, como si corriera.

—En la biblioteca, me encerré...

"quédese ahí, no salga, bloquee la puerta".

—Si... si... pero no me cuelgue... por favor no me cuelgue...

No habían pasado ni cinco minutos cuando las sirenas de la policía comenzaron a sonar afuera del edificio y los golpes en la puerta cesaron. Escuchó que alguien corría lejos, el ruido de cristales rotos y luego nada.

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