UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 367

—¡Por favor!

Corrieron hacia el ascensor como un par de adolescentes y "salvaje" fue poco para lo que hicieron sobre aquel sofá, sin embargo no era suficiente, porque los dos terminaron con más energía de la que había empezado.

—¡Me muero de hambre! —exclamó Chiara—. Llévame a comer, anda.

—Adivino, la comida del restaurante no te llegó ni a una muela.

—Fina y escasa, necesito más... carne.

Jhon rodó sobre ella y la besó.

—Sé dónde hacen unas hamburguesas excelentes.

Un rato después estaban acomodados junto a un chiringuito de acra al Támesis, comiendo hamburguesas y disfrutando de la madrugada.

—¿Vas a escupirlo de una vez o te lo tengo que sacar? —preguntó ella de repente y Jhon la miró con incomprensión—. Para ser uno de los directores de una agencia de espionaje, no eres muy bueno para esconder tus emociones. ¿Qué te preocupa?

Él respiró profundo y se giró hacia ella.

—OK, hice algo que no debía hacer, pero fue porque estaba preocupado por ti. Sé que no es justificación, y que no debo ser posesivo porque esta es... literalmente la tercera vez que nos vemos, pero preocuparme es parte de mi naturaleza, así que... —se quedó un momento en silencio y luego puso frente a ella una pequeña tablet que llevaba en el interior de la chaqueta—. Por favor no te enojes.

Chiara la encendió y lo primero que apareció fue una foto con el nombre de Heston Darroze.

—¿Lo investigaste?

—Investigo amenazas, Chiara, eso es lo que hago para vivir —replicó él—. Y sé que no debo meterme en tu vida, pero realmente hay algo que me inquieta de este hombre.

Chiara puso a un lado la tableta y no se dio tiempo ni para enojarse. Ser banquera no era solo cuestión de números, se necesitaba mucha psicología para entender el comportamiento detrás de las personas que manejaban inversiones y si algo había aprendido Chiara era a no desaprovechar ninguna ventaja.

—¿Hay gente que guardan más de cien millones en efectivo en tu banco? —preguntó porque eso realmente era muy raro.

—No, casi nadie, pero hay gente que tiene joyas por ese valor y más, y necesitan estar bien resguardadas. Tenemos incluso algunas reliquias arqueológicas y cosas así. Pero no hay forma de robar esa bóveda.

Chiara se quedó un largo rato mirando aquel mapa y Jhon supo que estaba pasando algo más.

—Suéltalo. Viste algo que yo no —comprendió.

—¿A qué hora compró estos cafés? —preguntó y cuando Jhon le iba diciendo las horas, ella iba señalando a una parte dentro del edificio—. Nueve de la mañana, bajo a la cafetería del primer piso por un chocolate. Dos de la tarde, almuerzo en el segundo piso con una amiga, tenemos una mesa especial junto al cristal que da a la calle...

Y cada hora de los cafés de aquel hombre coincidía cercana a una ubicación de Chiara en ese momento.

—No está vigilando el banco —dijo convencido—. Te está vigilando a ti.

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