Chiara respiró profundo mientras le daban aquella noticia.
—Nos regresamos a Suiza —le dijo Noémi abrazándola—. Los abogados me lo acaban de decir y vine corriendo, Ara, quería que lo supieras lo más pronto posible. El caso va a pasar a las autoridades Suizas y allá todo será más fácil.
Durante un largo momento Chiara se quedó muda. se sentía mal, estaba agotada y la cabeza le daba vueltas, se había desmayado un par de veces pero eso era bastante normal dado su estado.
Bajó la cabeza y miró a su vientre. Lo sabía desde hacía pocos días, estaba embarazada, estaba embarazada de Jhon, y lo peor de todo era que no podía hacer nada con eso porque no estaba dispuesta a perder nada más en aquel momento, mucho menos a su hijo.
—Eso es bueno, pero han estado posponiendo la deliberación por un tiempo ya. ¿Qué pasó? ¿Por qué de repente dijeron que sí? —preguntó porque no se creía que tuviera tan buena suerte.
Noémi lo pensó un par de veces antes de contarle, pero no podía seguir evadiendo el asunto, porque su hermana tarde o temprano lo descubriría.
—Nuestros abogados creen que fue porque el... elemento de presión desapareció.
—¿A qué te refieres?
—A quién. El Subdirector Adjunto de la CIA, el Jefe de Jhon, apareció muerto hace un par de días —dijo Noémi.
Chiara sintió que su vista se nublaba y se sentó en una silla.
—¿Cómo...? —De repente se cubrió la boca con una mano—. ¿Jhon?
Su hermana apretó los labios.
—Fue el primer sospechoso, sí. Incluso se lo llevaron para interrogatorios, pero presentó una coartada sólida, estaba aquí en La Haya —le explicó.
Chiara se abrazó el cuerpo respirando profundo.
—Sabes que eso no significa nada —murmuró convencida—. Él es especialista para acomodar la realidad a su conveniencia y salirse con la suya.
Por su parte, Jhon estaba un poco más tranquilo sabiendo que sacarían a Chiara de La Haya, ya en Suiza podía comenzar a mover otras fichas, podía influir sobre el juicio y hacer que finalmente fuera declarada libre.
Sin embargo no tenía ni idea de que ese no era el plan de Chiara.
—Debe entender algo, señora Keller —le dijo con honestidad el fiscal cuando se reunió con ella—. Tenemos una confesión firmada por usted ante La Haya, puede retractarse ahora e iremos a juicio, posiblemente sean meses... o años, depende de cuánto se extienda el proceso. O puedo ahorrarle todo eso y ofrecerle un trato justo.
Chiara miró a sus abogados y estos asintieron.
—¿Qué clase de trato? —preguntó.
El fiscal abrió su maleta ejecutiva y sacó varios documentos.
—Lo primero que tiene que saber, señor Keller, es que nosotros estamos de su parte. La constitución de nuestro país respalda su banco y sus procesos fiscales, si hubiera sido por nosotros, este caso ni siquiera hubiera existido. Sin embargo surgió fuera de nuestras leyes y estamos en la obligación de darle fin. El caso no es contra usted, es por ciento treinta millones de euros fuera de fiscalización, por tanto, si la declaramos inocente en el juicio, volverán a abrirse las investigaciones y todo lo que trató de enterrar con su confesión, saldrá a la luz de nuevo.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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