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Un café para el Duque. (Saga familia Duque Libro 1) romance Capítulo 5

La jovencita enrojeció al recordar que le mintió, y más por lo que su hermano mencionó, miró como el semblante de Joaquín se iluminó, y una amplia sonrisa apareció en los labios del joven.

—¡Vaya! —exclamó—, así que vos querés casarte con un Duque —mencionó divertido—, debo aclararte que yo, no estoy disponible. —Elevó una de sus cejas mirándola a los ojos.

María Paz lo observó de pies a cabeza.

—Con un Duque de verdad, no con una imitación barata —expresó avistándolo con desdén.

—Ya quisieras que este Duque se fijara en vos —mencionó él.

—Dios te agarre confesado Joaquín —intervino Santy riendo. María Paz golpeó con su puño a su hermano.

—¡Son un par de idiotas! —recriminó a ambos la jovencita.

Los dos chicos soltaron una carcajada y luego el joven colombiano se dirigió a su amigo: Santiago.

—¿Tu hermana menor no se llama Isabella? —inquirió observando a Santiago, y luego la miró a ella.

—No, creo que te confundiste Isabella es la mayor —explicó, y se acercó a la jovencita y la rodeó con su brazo—, ella es María Paz.

Joaquín la miró a los ojos y con discreción la observó de pies a cabeza, se talló la frente.

—Bonito nombre, pero no tenés cara de llamarte así —mencionó él, arqueando una ceja.

—¿Por qué estás lleno de grasa y hueles a gasolina Santiago? —preguntó la chica, desviando el tema de conversación, enseguida olfateó su ropa, que por abrazar a su hermano se le había impregnado el olor al combustible.

—Es que se le dañó el auto a mi amigo, pensamos que era algo sencillo de arreglar.

María Paz se soltó a reír con una risa contagiosa, que se escuchaba en toda la casa.

—¿Y desde cuándo eres mecánico hermanito? —preguntó la joven observando de reojo al amigo de Santy.

—Pensamos que era una cosa sencilla, nos equivocamos —respondió Santiago, sonriendo a su hermana menor—. Voy a la cocina por algo de beber. ¿Qué deseas? —preguntó a Joaquín.

—Un whisky —contestó el joven.

—Un café —rebatió María Paz—. En esta casa no se bebe licor —enfatizó.

Santiago arrugó el ceño, pensativo, no comprendió la actitud de su hermana.

—Un café para este Duque —expresó Joaquín sonriendo.

Santiago dio vuelta y se dirigió a la cocina, entonces él se acercó a la joven.

—Parece que vos y yo estamos predestinados a encontrarnos —mencionó—, y por cierto no sabía que la hermana de mi parcero, decía mentiras.

María Paz frunció los labios, y luego bufó ante el cinismo de él.

—Soy una mujer precavida que es distinto, y no le iba a dar mi nombre real a un tipo que se presenta como el Duque de Manizales —bufó—. Qué tal eras un acosador.

Joaquín elevó una de sus cejas, esbozó su particular sonrisa.

—¿Tengo cara de serlo? —cuestionó.

—Caras vemos, corazones no sabemos —mencionó ella—, además se dicen tantas cosas de ti.

—Imagino que hablan cosas buenas de mí —aseveró él.

—Mujeres, trago, fiestas, derroche. —Enumeró con sus dedos la jovencita.

—Divino, atractivo, alegre, muy bueno para el baile —prosiguió él—, además muchas mujeres dicen que soy como el café de mi tierra: un elixir, irresistible, y ardiente —susurró.

María Paz abrió sus labios y sus mejillas se sonrojaron al escucharlo, parpadeó un par de veces, tomando aire.

—¡Qué atrevido! —recriminó.

Justo cuando Joaquín iba a replicar los padres de María Paz ingresaron a la sala, venían de una reunión en casa de sus amigos los García.

—¿Cómo está el hombre más guapo del planeta? —preguntó María Paz acercándose a su padre, quien le sonrió y abrazo a su hija.

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