Me moría de hambre, fui a la cafetería y pedí un sándwich. El chófer me llamó en cuanto me lo llevé a la boca.
-Señora Lafuente, sucedió algo malo. El coche se averió y ahora estoy parado al lado del camino. ¿Qué hago?
Entré en pánico cuando escuché eso.
-¿Qué le pasa al coche?
-No tengo ni idea, simplemente no arranca. Déjame echar un vistazo al motor. ¡Ah! -gritó-. El motor se está quemando, no es algo que se pueda arreglar pronto. ¿Qué debo hacer?
-Llama a alguien y haz que se lleve el coche en grúa.
—No podré volver a tiempo.
-¿Roberto no tiene otros chóferes?
-Están de vacaciones.
-¿Qué hacemos ahora? -le di un bocado a mi sándwich y tragué sin masticar. Casi me atraganté—. Hay muchos coches en el garaje de la residencia Lafuente. ¿Qué te parece esto? Que se lleven el coche con la grúa y luego vuelve a la residencia y trae otro coche.
-Esa parece ser la única solución. -Suspiró el chófer-. El señor Lafuente está de mal humor hoy.
Lo que intentaba decir era que lo regañaría si llegaba tarde para recogerlo. Todos los que rodeaban a Roberto sabían que nadie estaba tranquilo cuando él estaba de mal humor, Incluso yo me convertiría en un daño colateral, perdí el apetito después de recibir la llamada del chófer.
Santiago volvió a llamarme y me dijo que uno de los ejecutivos de la empresa lo había llamado para decirle que Roberto estaba bebiendo mucho en la fiesta y quería que yo fuera a echar un vistazo. ¿Por qué tenía tan mala suerte? Me metí a la boca el resto de la comida, saqué un par de billetes y los puse sobre la mesa, luego salí corriendo de la cafetería antes de que el empleado pudiera darme el cambio. Era la directora de mi propia empresa, ¿Por qué me había convertido en la secretaria de Roberto?
Corrí hacia la entrada del lugar y me disponía a entrar cuando el personal de seguridad que estaba en la puerta me detuvo.
—Señorita, por favor, enséñenos su invitación.
—Soy la... —Lo pensé y continué—: secretaria de Roberto Lafuente. Escuché que bebió demasiado, solo entraré a echarle un vistazo.
-Señorita, no puede entrar sin una invitación.
—Mi jefe está adentro.
Los guardias me miraron fríamente, se miraron entre ellos y luego procedieron a ignorarme. Suspiré sin poder evitarlo, de repente oí que alguien me llamaba por mi nombre.
—¡Isabela!
Levanté la vista, era Arturo Pardo quien también estaba allí para asistir la cena. Era el jefe de una gran empresa así que no era de extrañar que estuviera allí para la fiesta. Me
entusiasmé, corrí a toda prisa y dije:
-Señor Pardo, usted también vino.
—¿Por qué te quedas en la entrada en lugar de entrar?
-No vine a acompañar a Roberto. Su asistente tenía un asunto que atender hoy y se tomó el día libre así que estoy ayudándolo.
-Nunca he oído que una esposa tenga que tomar el rol de una secretaria -dijo Arturo mientras fruncía el ceño-. Tengo algo que hacer así que me tengo que retirar. -Se giró hacia los guardias de seguridad que estaban en la puerta y dijo-: Esta es la señora Lafuente.
Los guardias despejaron el camino de inmediato.
-Señora Lafuente, por aquí por favor.
Arturo me dio una palmadita en el hombro y me dijo:
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