Los titulares, en tamaño grande y en negritas, aparecieron frente a mí: «Esposa de hombre gay contraataca con encuentro nocturno».
¿Qué estaba pasando aquí? Revisé las noticias. Había una foto en la página principal. Me sorprendí al descubrir que era una foto de Andrés y yo. íbamos caminando por el pequeño sendero bordeado por árboles. En la foto, Andrés me tomaba el rostro con las manos y me miraba tiernamente a los ojos. Recordé los destellos de luz de anoche y me di cuenta de lo que había ocurrido: fueron flashes de cámara.
Qué tonta. Me había tomado toda la noche entenderlo. Alguien me había tomado fotos a escondidas. Empezaron desde que Andrés y yo llegamos a su casa. Desde ese momento, alguien nos había estado acechando. Nos había tomado una foto cuando él abrió la puerta. Por eso vi un destello de luz en la puerta.
Seguí viendo la página. Tenía razón. Vi una foto de nosotros entrando a su departamento, otra de nuestras siluetas a través de las cortinas de una ventana y otra más de nosotros paseando a Bombón. En la última foto salía Andrés abrazándome mientras yo me quedaba quieta entre sus brazos, sonrojada.
La prensa escribió en el artículo: «Un rico empresario tiene un romance con su asistente personal y hace una cursi declaración de amor en un evento de inauguración corporativo. Su esposa, enfurecida, contraataca y se escapa en una velada nocturna con un abogado de divorcios. Vean las nueve fotos de ellos enfrascados en un beso apasionado».
A la mierda sus nueve fotos. ¿En qué momento nos vieron besarnos? Sin embargo, el ángulo de las fotos era de verdad exasperante. Deseaba poder apuñalarlos en este momento. Ni siquiera nos habíamos besado, pero las fotos que nos tomaron casi me convencieron de que sí.
La mano con la que sostenía el teléfono comenzó a temblar. ¿Qué decía la gente sobre estas cosas? Solían decir que el otoño era la estación de tiempos turbulentos. Ahora era primavera. ¿De dónde venían todos estos problemas?
Abril sabía, o sea que toda la ciudad también. Me lavé la cara rápido, me vestí y salí de mi habitación. En el corredor me topé con mis cuñadas. Tuve la sospecha de que había estado ahí esperándome.
-Oye, Isabela. No pudiste bajar la cabeza y mantener un perfil bajo, ¿verdad El amorío de Roberto todavía no había pasado de moda cuando el tuyo salió a la luz. Eres demasiado impaciente. Debiste esperar a que te divorciaras. ¿Cómo vas a sacarle un solo centavo a esta familia?
Bajé la mirada y pasé junto a ellas. Una de ellas me agarró la muñeca, sus uñas arregladas se encajaron con fuerza en el dorso de mi mano.
-Isabela, no creas que te saldrás con la tuya fingiendo que eres tonta y sorda.
-Esto es entre Roberto y yo. No te incumbe -le dije mientras me soltaba de un tirón.
Esta era la primera vez que las enfrentaba abiertamente.
Sorprendida, abrió la boca. Las dos se miraron antes de que ella volviera a hablar.
—Fuiste tú a quien atraparon en un acto tan vergonzoso. ¿Intentas evitar que otras personas hablen de eso?
—De todos modos no les incumbe.
Debían estar aburridísimas. Seguían a mis espaldas, esperando que hiciera el ridículo. ¿No tenían nada más en qué entretenerse?
Salí deprisa a la Organización Ferreiro. Incluso los guardias de seguridad y la recepcionista me miraron raro. Cuando me deslicé hacia mi oficina, Abril me jaló y cerró la puerta con seguro. Su rostro brillaba de la emoción.
-De verdad me sorprendes. Qué rápido actuaste. Cuéntame, ¿quién confesó primero?
-Nadie -le respondí. Me desplomé en mi silla y recargué las mejillas en mis manos. —Estoy muerta.
—¿Cómo muerta? ¿O sea que él puede tener un amorío pero tú no? Entonces, ¿él puede andar por ahí causando incendios pero tú no puedes ni encender una velita?
-Abril...
No tenía la energía para discutir con ella.
-No digo que andes acostándote por ahí. Lo que digo es que lo que tienes con Andrés es amor de verdad. ¿No se permite eso?
Abril no dejaba de sacudirme. Dentro del cráneo, el cerebro me traqueteaba.
-Nadie dijo eso, Abril.
-¿Qué se siente besar a Adonis?
-No nos besamos.
-Todo el mundo vio que lo hicieron. Deja de negarlo.
Además, yo creo que son excelentes noticias. Después de todo, nada saldrá de tu matrimonio con Roberto. Deberías decirle que estás enamorada de alguien más. Hazle saber cuándo le toca retroceder y alejarse.
-No nos besamos -repetí. Saqué mi teléfono, puse la imagen y la acerqué para que viera-, ¿Ves? Es el ángulo. Sus labios no me tocaron. Vi un flash y aproveché para empujarlo.
—¿Por qué tuviste que «aprovechar» para hacer eso? -preguntó Abril.
Tenía un talento para escoger las palabras que importaban.
—No tiene importancia —le respondí mientras la miraba con tristeza—. Alguien mandó a los paparazzi.
-¿No es obvio? Yo sé quién lo hizo.
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